Opinión

Viva la cerveza

Aunque desde mis tiempos juveniles tengo para mí que la cerveza es la mejor bebida del mundo, no puedo decir en absoluto que sea un experto en su consumo. Como tantas otras cosas que me gustan, he aprendido a apreciarlas por mí mismo sin aprendizaje previo, lo que me convierte en un consumidor ecléctico, nada exquisito e incluso un poco zafio, que se contenta con catar y seguir consumiéndolo si le gusta lo catado. Me ocurre con la música por ejemplo. Tras muchos años de intentar aprender a tocar una guitarra por mis propios medios y en la soledad de mi propio santuario, ha conseguido un nivel aceptable que me tiene muy orgulloso y al que ha costado llegar sesenta años de trabajosa progresión. Hoy soy un mediano guitarrista con más intuición que técnica, y un razonable bajista  modelado bajo las mismas condiciones de aprendizaje. Soy mucho mejor por lo que escucho, selecciono y aquilato que por las habilidades que pueda mostrar en la ejecución del instrumento. Y eso, de verdad, no es tan malo.

Lo confieso hoy –mañana para ustedes- que es día 4 de agosto, día mundial de la Santa Cerveza y, por tanto, fecha señalada en el calendario para celebrar alzando una copa dorada fría y espumosa, y rindiendo homenaje de cariño, respeto y gratitud a semejante e ilustre brebaje que ya consumían los egipcios y que yo me estoy dando el placer de saborear bien fresquita y sin gran sofisticación en una tarde de sol como debió bebérsela Ray Davis cuando escribió una de las mejores canciones de su repertorio de autor al que tanto adoro, tanto admiro y tanto debo. Aquella en la que contaba que se le había presentado en casa un inspector de Hacienda y le había quitado la casa, el yate, el coche y la cuenta bancaria, y le había dejado con lo puesto sentado mirando el atardecer sin un penique en el bolsillo, recordando que tenía una madre gorda e insoportable y una novia que le acababa de dejar tirado cuando se enteró de que el inspector de Hacienda había ido a visitarlo.

La cerveza no es solo cerveza, sino un glorioso referente de amistad, recuerdos, cariño, sensaciones, ilusiones, amor y sueños a los que se puede poner música, que con cualquiera melodía casa sin esfuerzo… una de los Kinks, por ejemplo. La cerveza es sensación de vida y memoria de lo vivido. Y lo más grande es que, en buena compañía, fresquita y bien servida, vale cualquiera de ellas. Así es de buena.

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