Opinión

Unos y otros

La incómoda situación en la que se ha colocado por propia iniciativa el ministro del Interior está siendo narrada en función de varias lecturas, todas ellas consecuencia del cristal con que se mira que dijo aquel poeta asturiano que era don Ramón de Campoamor que fue mejor político que poeta, función por la que ha pasado a la historia como relamido especialista en ripios mientras que como gobernador civil resultó un hombre sensato, sensible y prudente.

Jorge Fernández Díaz no lo ha sido, démoslo como cierto, y poco de lo que diga ahora va a ser tenido por cierto a la espera de su comparecencia en el Congreso asaeteado por la presión que el PSOE ha resuelto ejercer sobre tan desafortunado incidente cuya raíz no parece tener una explicación con autoridad y peso. Las diferentes explicaciones que se han ofrecido sobre la audiencia que concedió a Rato en el ministerio parecen insinuar los miedos del ex presidente de Bankia por las amenazas recibidas que afectan a él y a su familia y cuya naturaleza deseaba explicar al ministro sin conocer su procedencia. El ministro ha tratado de enderezar el entuerto apelando al carácter privado de la visita y al compromiso por parte de ambos de no hablar en absoluto del proceso en el que Rato está inmerso. Pero esa situación muestra ciertos ribetes de incongruencia que convierten en frágil la explicación.

Sin embargo, esta furiosa ofensiva desatada por el PSOE debería atemperarse también apelando a la memoria en cuyo saco se guardan momentos deleznables que rebajan la intensidad de este episodio presente. Puestos a elegir, personalmente me quedo con la grotesca puesta en escena del ingreso en prisión de Barrionuevo y sus adláteres todos ellos juzgados, convictos y confesos a los que sus camaradas militantes encabezados por el propio Felipe González tributaron un aplauso cerrado en las puertas mismas del establecimiento penitenciario al que acudieron a cumplir su condena. Se da la circunstancia de que González era el presidente del Gobierno cuando desde el ministerio del Interior se cometieron aquellas tropelías y que González se libró de la cárcel por no se sabe hasta la fecha qué suerte de milagro. A cada uno, lo suyo.

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