Opinión

A Marta Ferrusola

Distinguida dona del exhonorable Jordi Pujol Soley. Desde este rincón de Galicia llamado Ourense, siempre olvidado por unos y por otros, con todo mi respeto -¡faltaría más!-, le deseo decir y digo: Que me da pena la situación en que se encuentra, usted que dijo en el Parlament, que su familia “no tiene ni cinco”. Vaya por Dios.

Que su hijo Jordi no tiene cinco coches, sino que “sólo compró un Ferrari completamente desbastellado que luego arregló”. Vaya por Dios, doña Marta. Que sólo tiene usted una floristería y que usted no hizo negocios con nadie aprovechándose de que su marido era presidente de la Generalitat. Es usted un espejo de honradez acrisolada donde tienen que mirarse todos los catalanes. Por algo es supernumeraria del Opus Dei, que sólo se dedica a ayudar a los pobres.

Que usted nada sabía de la herencia de su suegro en Andorra hasta que su esposo lo dio a conocer publicamente. ¡Qué poca compenetración matrimonial, Doña Marta! Lo siento. ¿Y adónde fue a parar esa herencia, si ahora “no tienen ni cinco”? Lo cual, créame, me llena de “pena, penita, pena. Pena de mi corazón. Que me corre por mis venas, pena, con la fuerza de un ciclón”.

Que su marido es una persona intachable. ¿De verdad? Permítame que ejerza la duda, aunque me alegro de que haya políticos como Don Jordi que nos den ejemplo a los españolitos.

Pero si usted en Andorra le dijo a Don Jordi: “Tranquilo, que esto se olvida”. ¿Qué es lo que tenemos que olvidar? Que usted se alarmara hace unos años porque su Catalunya del alma estaba siendo “invadida” por la morisma y muchos españolitos que ahí encontraron trabajo para “hacer país”. ¡Vaya por Dios, Doña Marta!

Le aconsejo que no gaste saliva en defenderse, ya que “manos blancas no ofenden”. Y que como dice Don Quijote: “Cosas veredes, amigo Sancho”.

Con mi respeto y admiración hacia esa tierra de gentes trabajadoras, honestas y espléndidas, para creerla a usted tendríamos que tener unas tragaderas de padre y señor mío. Besa respetuosamente su mano.

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