Opinión

La obra de Dios

La Obra de Dios, que no es el Opus Dei sino la Creación: “Alabado seas, mi señor”, que cantaba San Francisco de Asís. Está entre el Universo este planeta en el que vivimos. Y Francisco presenta “Laudatio sí”, la encíclica en que el Romano Pontífice se une a la ciencia contra el cambio climático.

Me recuerda, que uno ya tiene muchos abriles encima, cuando aquí en Ourense constituimos la Comisión en Defensa de los Montes en plena “orgía” de incendios, de la que formábamos parte, entre otros, Don José Pérez Ávila, Peiranes, Michel, Baamonde y quien esto escribe, y nos reuníamos semanalmente en el Ateneo, y que a la sugerencia de quien firma visitamos al sr. obispo monseñor Temiño para que le comunicara a los párrocos de la diócesis la necesidad de mentalizar a los feligreses de que quemar los montes era un atentado contra la Obra de Dios. Temiño, me consta, se lo comunicó a los curas, pero los montes siguieron ardiendo. Posteriormente reclamamos que el Ejército vigilara las zonas más proclives a los incendios forestales, cosa que más tarde se hizo.

No sin que antes elaboráramos un comunicado que los componentes del citado Comité delegaron en mí para ser leído desde el balcón principal del Concello arropado por los demás. (¡Y la casualidad quiso que durante la lectura del comunicado, con la Plaza Mayor llena de gente y autoridades, empezara a llover a cántaros…!)

Y es que ya desde las escuelas y también desde los púlpitos hay que inculcar una mayor conciencia ecológica, que no solamente proteja nuestros montes, sino a este mundo para que no sea “un depósito de porquería”, como dice nuestro papa, que no hay tema que no toque como vicario de Cristo que es. Y en la encíclica –que no voy a desmenuzar aquí por razones obvias-, Francisco se dirige a los ricos y poderosos negacionistas interesados, a los gobiernos plegados a la política de mercado (para que luego digan que no es un papa de izquierdas, que lo es desde la interpretación del Evangelio) a reflexionar sobre el poder dañino de la humanidad, a las finanzas que ahogan la economía real.

Y dejemos aquí parte de la encíclica con el lema que titula este artículo. Nuestro planeta (como el Universo) es la Obra de Dios, creador del mismo, en el que nos toca vivir y que estamos destrozando de mil maneras: con experimentos nucleares, quema de bosques… Bendito sea nuestro papa, que sigue siendo un soplo de aire fresco del que tan necesitada estaba la Iglesia Católica, aunque existan gentes que estén disconformes con el tiempo que lleva de pontificado, gentes que forman parte de la Iglesia, no sólo seglares sino también prelaturas.

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