Opinión

Dos grandes mujeres

Estos días hemos sido testigos del fallecimiento de dos grandes mujeres en ámbitos de la vida muy diferentes.

Una de ellas, en el fin de su ciclo vital, acaparó las redes sociales y llenó páginas de la prensa, titulares de radios y televisiones de todo el mundo. No podía ser menos: la sociedad inglesa, conmocionada, salió a la calle a mostrar su pena por el fallecimiento de su gran dama, la reina de Inglaterra, la gran mujer que estuvo al frente de un gran país durante 70 años, falleció a los 96 años y deja en la esfera global una clara visión de lo que una mujer puede llegar a hacer cuando una gran responsabilidad cae sobre sus hombros. 

Hace poco tiempo, en Ourense, falleció también otra gran mujer: Esperanza Martín. La referencia a su muerte y a su gran labor solo apareció en los periódicos locales y su nombre solo se mencionó en un reducido ámbito de las redes sociales, pero su labor al frente del barrio de Covadonga fue realmente brillante. 

La reina Isabel nació en un entorno privilegiado y asumió una responsabilidad que supo desarrollar y llevar a buen fin para orgullo de su país. Esperanza Martín nació en una aldea y, de forma voluntaria, lideró el importante trabajo de convertir una zona situada en los márgenes de la ciudad en un barrio más. Urbanizado y dotado de todos los servicios, tanto en lo relativo a infraestructura como en el ámbito social. 

Recuerdo que hace años, en una conversación con Esperanza, me referí a “su” barrio llamándole Wichita, nombre por el que era conocido entonces en la ciudad. Ella se enfadó, me miró con gesto serio y me dejó muy claro que se llamaba “Covadonga”. Y efectivamente así es. Ella combatió el concepto trabajando desde la base. Ella consiguió transformar ese barrio librando batallas con la Administración local para garantizar que los vecinos tuvieran todo lo que necesitaban, que Covadonga tuviera los servicios básicos. Su lucha consiguió mucho más.

Ambas mujeres, con sus claras diferencias pero con fuerza y un valor inquebrantables, son ejemplos imborrables que están ahí, y en ellas podrían verse millones de mujeres que en el día a día libran batallas en distintos ámbitos de la vida.

Ambas mujeres nacieron, vivieron y murieron exactamente igual. Esto nos debe concienciar sobre lo que es la vida y la igualdad en la que nos encontramos los seres humanos.

Solamente quisiera hacer un inciso para lamentar la superficialidad del pensamiento actual, el edadismo en el que parece estar sumergida la sociedad del siglo XXI. Una sociedad que discrimina a las personas mayores y prima la juventud. Una sociedad que desprecia la experiencia y la capacidad demostrada y olvida que hay millones de mujeres que, sin hacer ruido y hasta el último momento, cumplen con las obligaciones asumidas demostrando su valía para resolver aun en los entornos más desfavorecidos. 

La reina Isabel finalizó su ciclo vital en un palacio, muy bien atendida, rodeada de médicos y Esperanza falleció rodeada por su familia y con el cariño muy especial de su hija Esperanza, que la cuidó hasta el último momento.

Diferentes entornos pero la misma fuerza interior. Grandes mujeres.

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