Opinión

Estamos en tiempo de cambios

Jamás imaginamos que algo tan diminuto como este virus mutante pudiera alterar de forma tan drástica nuestras vidas, pero así ha sucedido y ya nada será lo mismo aunque en Galicia ya estamos en la “nueva normalidad”. Parece que fue ayer pero pasaron más de tres meses de mi última intervención en medios, en la tertulia de Telemiño en la que hablamos de lo que en aquel momento todos veíamos que se nos venía encima. Desde el 14 de marzo hasta ahora, hemos experimentado la sensación de no ser dueños de nuestras propias vidas, y la gran mayoría ha sido obediente a pesar de desconocer cómo y a dónde nos llevaría todo esto. 

Esta situación ha demostrado la confianza del colectivo social en aquellos en cuyas manos ha depositado su voto -o no- y que gobiernan el destino del país.  De acuerdo o discrepando, hemos acatado todas las instrucciones, pero también hemos sufrido las contradicciones e indecisiones de aquellos que tenían que decidir hacia dónde girar el timón del barco. 

No ha sido fácil, pero hemos conseguido avanzar y ahora es cuando podemos y tenemos el derecho de ser críticos con las actitudes y las decisiones de quienes con supuesta autoridad hacen y deshacen en cuestiones tan importantes como, por ejemplo, la igualdad entre hombres y mujeres y una celebración tan importante como el 8M. La ministra de Igualdad, Irene Montero, quedó al descubierto en una grabación que todos pudimos ver en redes sociales donde justificaba la bajada de asistencia por el covid19. Ella era consciente de que en Europa se estaban adoptando medidas drásticas para frenar la entrada del virus, pero optó por callar porque el Gobierno estaba haciendo “buena comunicación”. Todos vimos cómo se expresaba y los gestos hablan por sí mismos. El hecho está ahí: como no recibió instrucción sanitaria y por lo que se ve tampoco pidió informe o consejo, optó por dejar ir. Mala decisión. 

Ahora acaba de asegurar que de conocer entonces lo que se sabe, tendrían que haber actuado de otro modo no solo en las manifestaciones. Ella sabía que otros países estaban reaccionando pero no hizo nada e impulsó una manifestación que tenía que haber desconvocado. Le pudieron las formas por encima del fondo, las ganas por encima de la razón y ahí es donde la ministra ha demostrado su poco calado y su nula capacidad de decisión, además de dejar constancia de una actitud volátil e inmadura en el ámbito de la política de Estado. 

Frenar la manifestación del 8M no habría supuesto nada más que frenar la carrera del virus entre la población. Decir que parar esa manifestación habría sido un freno al feminismo o que se utilizó la crisis sanitaria para intentar frenar el avance feminista raya el absurdo y queda fuera de lugar.  Es obvio que hay gente a la que todo le vale para intentar sacar rédito de distintas situaciones, pero la ciudadanía es inteligente y a estas alturas ya sabemos de qué va cada cual. ¿O no? 

Esperemos que al menos con lo ocurrido, la ministra de Igualdad haya aprendido a meditar sus decisiones y pensar sus palabras antes de enredarse con discursos absurdos alegando que si alguien se preocupa por la salud de las mujeres va contra la defensa de sus derechos, como si la manifestación del 8M fuera a resolver los problemas de igualdad. Creo que lo mínimo que cabe pedir a nuestros dirigentes es coherencia, inteligencia y seriedad.

Ahora esperamos que demuestren que el bienestar del pueblo está por encima de sus propios intereses.  La defensa de la igualdad va más allá de enarbolar una bandera, portar unas pancartas, promover actos públicos o becar estudios de posgrado de género. Esperamos decisiones eficientes y efectivas y no discursos trasnochados y rancios. Quienes llevamos muchos años trabajando por la igualdad entre hombres y mujeres esperamos mucho más de la señora ministra.

Es evidente que en temas como la violencia de género todavía hay mucho por hacer y me preocupa que todavía nadie haya emitido datos de estos tres meses de confinamiento. Mantengamos la esperanza de que todo mejore y se consolide pero no olvidemos que todos tenemos parte en la lucha por la igualdad y que aún queda mucho camino por recorrer. Codo con codo.

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