Opinión

Las mujeres y el sacerdocio

Los martes tengo mi cita con el programa En Portada de Telemiño en el que se analizan las noticias de portada de La Región y tengo que reconocer que el tema que abordamos hace unas semanas todavía sigue rondando mi cabeza.

El titular del periódico hablaba de la escasez de sacerdotes en la diócesis y de lo que ello supone para los pocos que hay en la provincia ya que se ven obligados a incrementar su labor llegando a hacer 14 misas en una sola jornada, a lo que  se suman los funerales que agravan la situación en días puntuales.

Iniciado pues el debate yo sigo analizando la cuestión consciente de que hay cientos de ourensanos que se preguntan por qué a día de hoy la Iglesia sigue sin admitir a las mujeres para el sacerdocio.

Quede claro que deseo abordar este asunto con el máximo respeto y también con la convicción de que muchas mujeres lo pueden hacer igual de bien que los hombres.

Si partimos de la base de que Juan Pablo II descartó debatir el tema en su carta apostólica Ordinatio Sacerdotalis explicando que la ordenación de mujeres no será permitida ya que "la Iglesia no tiene de ninguna manera la facultad de darle a las mujeres la ordenación sacerdotal” y, considerando que tal sentencia debe ser considerada definitiva para todos los fieles de la Iglesia,  el tema debería quedar cerrado. Si las mujeres no pueden ser sacerdotes porque Jesús fue quien decidió que fueran hombres los que ejercieran el ministerio del sacerdocio, visto así, siendo voluntad de quien instituyó el Sacramento vamos a dar por sentado que no hay discusión posible.

 Ahora bien, si el significado de sacerdote es actuar y hablar en nombre de Cristo y siendo conscientes de que en aquellas fechas eran los hombres los que hacían y deshacían (hablando en término coloquial), ¿no cabría interpretar que se trata de actitud y no de género?  ¿Y si se tratase de ser testigo y continuar su labor en su nombre pero no suplantándole?

 No quiero ser irrespetuosa pero es como si obligan a los sacerdotes a ceñirse a una imagen concreta de un Jesús con melenas y ojos azules o con densa barba, moreno de ojos negros y pelo largo y castaño. 

¿Por qué ceñirse a una cuestión de género cuando lo importante es el testimonio, los hechos y la Palabra? Solamente pregunto, como se pregunta mucha gente que ve como cada vez hay menos hombres con vocación de sacerdocio y más mujeres interesadas en ello.

A mi modo de ver no se trata de una cuestión de feministas sino de personas con vocación espiritual que quieren dedicar su vida a difundir la palabra de Dios y ser testigos de su Iglesia a través del sacerdocio y a las que la Iglesia Católica Apostólica Romana no les permite acceder a esa responsabilidad .

Toda documentación al respecto está en la web pero me gustaría terminar recordando que hay otras iglesias que sí han permitido a las mujeres acceder al sacerdocio porque hablan de seres humanos no de hombres. Ser representante de Cristo creo que no es hablar en término de género sino en término espiritual y ahí es donde yo sigo dando vueltas en torno a este asunto. Si es Dios quien llama a la vocación y hay mujeres que se sienten llamadas… ¿por qué a ellas no se les permite?¿ ¿Quién define a quien llama Dios y a quien no? 

Por otra parte si millones de mujeres por siglos han sido las que cuidan, protegen, escuchan y ayudan, ¿por qué cerrarles ese camino?. Si el no es por el sexo (pese a que está fuera de la vida sacerdotal) no hay más que decir pero si lo importante es el espíritu y la esencia de la persona, entonces creo que todavía queda mucho por decir al respecto. 

¿Qué opinan ustedes?

Te puede interesar