Opinión

Mónica Oltra o el caso de las mujeres que van de buenas y no lo son

Hay personas que con sus decisiones llegan tarde y mal y una de ellas ha sido Mónica Oltra. Esta poderosa mujer, vicepresidenta del Gobierno valenciano y consejera de Igualdad, optó por ir de víctima para dejar su cargo, obligada, después de antes agarrarse a todo para evitarlo. Eso, además de resultar vergonzoso, viene a ser el colofón a una “carrera” en la política en la que ha hecho daño a muchas personas.

Allá se fue la mujer que acompañaba a Yolanda Díaz a todas partes, posiblemente viéndose ya como mano derecha de una futura líder de la izquierda española. Sin duda, un lamentable ejemplo de Mónica Oltra, imputada como sospechosa de haber encubierto a su entonces marido, condenado por abusos a una menor con la que Oltra no tuvo empatía ni sororidad alguna. Y es que a Mónica Oltra esta víctima, menor, no le importó nunca. Lo que ella intentaba al “proteger” a su marido posiblemente era salvar su propia imagen, autoprotegerse políticamente y que la situación no le salpicase. ¿Le vale más un cargo que una niña?

Mónica Oltra, la mujer que exigió en 2010 la dimisión de Camps, ha visto como la hemeroteca se le ha venido encima para recordarle sus palabras cuando decía al entonces presidente de la Generalitat valenciana -imputado por el caso de los trajes, y finalmente absuelto- que si ella se encontrase algún día en una situación como la suya  se iría a casa, desde la política y la moralidad. Pues fíjese usted que le ha llegado el momento. A ella, a la fustigadora implacable de Camps y Barberá para quien parece que la justicia ha de tener dos varas. Una para los demás y otra para ella.

Es obvio que no hay boomerang que no vuelva. Más fuerte se lance, más fuerte pega. Ya es hora de que el feminismo del “yo sí te creo hermana” reflexione un poco sobre el tema. Porque alguna de las “hermanas” no tienen buenas intenciones. Alguna, como Mónica Oltra, pasa con absoluta indiferencia sobre niñas que han sido abusadas y prefieren dedicarse a lo suyo, caiga quien caiga, hasta que la justicia llega y pone los hechos sobre la mesa. Ni todo vale ni hay que creer a todas.

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