Opinión

Ni superioridad ni inferioridad

Es obvio que cada uno de nosotros debería sentirse orgulloso de ser como es. Sentirnos satisfechos de nuestra identidad pero sin caer en la soberbia ni en un exceso de autoestima que nos haga creer superiores a los demás. Eso sería un grave error en el que a mi modo de ver acaban de caer muchas personas en la celebración del Día del Orgullo, en el que parece que lo que prima es la ingente cantidad de dinero que mueve, por encima de la voluntad de seguir visibilizando la realidad y necesidades de muchas personas pertenecientes a los colectivos LGTBI. Nadie por ser “homo” es superior a un “hetero”, pese a lo que escuchamos de algunos entrevistados en ese evento. Si se busca la igualdad ese no es el camino. Debe haber tolerancia pero también respeto.

Somos conscientes de que en los últimos años se ha progresado en la erradicación de la discriminación y se ha avanzado en muchos ámbitos para mejorar la vida de las personas que se autoafirman en dichos colectivos. Eso nos alegra porque habla de tolerancia y sensibilidad social y debemos seguir en ese camino al margen de lobbies y colectivos de presión con intereses meramente económicos. (Nadie se engaña a estas alturas).

Ver el espectáculo del día 28 de junio resulta lamentable. ¿Orgullo de qué?

La Fiesta del Orgullo LGTBI tuvo un enorme impacto económico -este año dicen supera los 150 millones de euros- y parece que para eso todo sirve, desde el show más grotesco hasta la actitud más transgresora de algunos participantes que no se cortaron ni lo más mínimo delante de menores. Hay testimonios visuales de sobra. Más de uno se descontroló y no hubo freno ni contención.

A mí, como a tanta gente, me preocupa ver que lo que debería circunscribirse al ámbito de la privacidad se lleve a la calle como exhibicionismo grotesco frente a niños y mayores con razones que creo se escapan al sentido común y donde no se ve por ningún lado la reivindicación social. Me da igual que sean hombres o mujeres, la cuestión es que en el día del Orgullo LGBTI que llevó a Madrid a un millón de personas, quedó manifiesto que para hacer caja les vale todo.

Pasen y vean, decía la canción. Las imágenes de niños asustados viendo el show público que se entiende debe ser exclusivamente para adultos –y con matices- ya lo dicen todo. Creer que con semejante espectáculo los menores que allí estuvieron van a pensar que ese tipo de actitudes son normales resulta cuando menos absurdo si no perverso. Alguno pudo acabar hasta traumatizado. Ni heterosexual, ni bisexual ni homosexual ni transgénero. Escenas de sexo y exhibicionismos desproporcionados deberían controlarse y evitarse. Y no hablemos de cuestiones de limpieza y orden porque ver cómo dejaron las calles llenas de basura nos indica el grado de educación y sensibilidad ambiental de los participantes. Que otros ensucien no justifica caer en el mismo error, pero pese a la importancia del tema, parece lo menos grave… 

Por otra parte no olvidemos que todos estamos condicionados por la imagen que ofrecemos a la hora de buscar trabajo. Digo todos y no nos engañemos, hoy todo se mueve en redes sociales y la imagen que dejó alguno no es para firmar un contrato al día siguiente ni en un negocio erótico-festivo. Seamos serios.

La sociedad es cada vez más tolerante con todas las opciones e identidades siempre y cuando cada cosa se muestre en el ámbito que le corresponde. No se trata de inferioridad ni superioridad. Ser iguales en la diferencia y respetarnos. No puede ser de otra manera. Ciertos espectáculos y actitudes dentro de la celebración de un evento público y abierto como es el Día del Orgullo están totalmente fuera de lugar. Ni todo es defendible ni todo vale.

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