Opinión

Viejos no, mayores

En estos días en los que hemos vivido situaciones tristes y dolorosas en el rural gallego, hemos visto como en medio de las llamas y las cenizas afloraba la realidad de nuestras gentes del campo, mayores, apegadas a lo suyo y protectoras, con el miedo lógico de perder lo conseguido durante muchos años de esfuerzos y renuncias.

Lo que acabamos de vivir con más intensidad de lo ya tristemente habitual, ha sido y seguirá siendo duro pero si hay algo que hemos verificado en estos días es que los gallegos vamos y venimos, subimos y bajamos las veces que haga falta y sin ambigüedad ninguna. Y lo hacemos sin lamentarnos, sin reproches, todos juntos y con la energía de los celtas que llevamos dentro. Rotundos.

Así es el rural gallego. Así está. Lleno de gentes valientes y de espíritu poderoso a las que en estos días hemos visto en toda su plenitud. Ourense, una de las zonas más “envejecidas” de Europa no tiene viejos, tiene gente mayor, gente sabia y experimentada que sabe aparcar cualquier diferencia cuando se habla del bien común. Ourense no es una provincia de viejos, es una provincia de gente mayor de gran valor y fuerza interior.

Nadie en justicia puede llamar viejos a nuestros mayores. 

En estos días ha quedado patente, por si alguien tenía dudas, que Ourense no es una provincia de población envejecida. Nuestros mayores tienen una fortaleza incuestionable. Tenemos más de un 30% de población mayor de 75 años pero eso más allá de la simpleza que significaría hablar de gente vieja, significa que mucha gente de esta provincia ha superado la barrera de edad que hace años se consideraba imposible pero además, al conocerles por sus hechos, nos revela que el gran tesoro que es nuestra gente está lleno de sabiduría y fortaleza –al margen de la debilidad física que a todos nos atrapará inexorablemente-. Lo hemos visto en muchas ocasiones y tristemente hace unos días en Carballeda de Avia cuando Marcelino Martínez salió de su casa para intentar liberar a sus animales y dejó su vida intentando salvarlos de las llamas.

Nuestros adultos mayores son un orgullo, portadores del estandarte que ondea en esta esquina celta de Iberia en la que convivimos en paz y en hermandad. 

Nuestros mayores son nuestro referente, nuestros castillos de piedras talladas con la fuerza del viento y la arena, el agua y la lluvia. Nuestros mayores son las rocas que frenan las tempestades y las montañas que se mueven cuando los que tenían que moverse no hacen nada. 

A ellos el homenaje merecido y a quien se le ocurra llamarles viejos que se pregunte quien lo es más, aquel que cuando llega la dificultad solamente piensa en salir corriendo o aquellos que ante el desastre se remangan, se ponen mano a la obra, codo con codo, para enfrentarse a la tempestad y defender y proteger lo suyo en el sentido más amplio.

Reconozcámoslo, el pueblo gallego ha sido forjado con fuego, martillo y agua y aquí no hay viejos, ¡hay tesoros con muchos años!

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