Opinión

Adiós Anselmo

Hace poco le regalé con esta dedicatoria: ‘Cuando sea mayor quiero ser sabia y buena como tú’. Me llamó lloroso por la emoción, porque creo que se vio reflejado en la breve definición de su personalidad a la que había que añadir la tozudez y cabezonería que irritaba a sus amigos, los brotes de mal genio y defectillos de carácter fácilmente olvidables porque su generosidad, su bondad, su pasión por el arte, sus conocimientos sobre la historia local, su devoción por la libertad, su curiosidad de hombre renacentista por lo que pasaba a su alrededor, su capacidad para tener amigos de variados colores, podían con todo lo demás.


Era el gallego que más sabía sobre la antigua porcelana de Sargadelos, jugaba bien al ajedrez, demostró su amor por lo pequeño, y su humildad intelectual, escribiendo una guía sobre los pequeños museos de Galicia -la primera y creo que la única que se hizo-, en colaboración con Rosa, su amiga y consuelo de sus últimos días. Publicó innumerables historias locales en La Región. Al final quiso ser Cronista de la Ciudad, un título más honorífico que otra cosa, sin remuneración, ni apenas reconocimiento social.


Recordando ese amor suyo por las cosas supuestamente pequeñas, después de asistir al funeral que le dedicaron sus amigos del Francisco de Moure, me di un paseo en su honor por el casco viejo, mojado por la lluvia, con pocos vecinos en la calle y el sonido de las campanas de la Catedral, Santa Eufemia y Santa María Madre, dando las nueve de la noche. Adiós Anselmo.



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