Opinión

Era de esperar

No esperaba menos de la Iglesia Católica, tan realista y pragmática ella. Aceptaron el divorcio cuando vieron que los suyos sucumbían ante el amor, el deseo o el aburrimiento del matrimonio, y se les divorciaban como moscas. Antes de aceptarlo se inventaban la anulación matrimonial, que llegaba, y aún llega, a la hipocresía de admitir que el sacramento no tenía valor porque la cónyuge -casi siempre es ella- era inmadura, infantil y poco menos que tonta total (tal fue el caso de la anulación de Carmencita Martínez Bordiú).

Ahora, por fin, se humanizan y admiten que muchas, muchas mujeres, solteras, casadas, buenas y malas, abortan. Simplemente abortan porque no quieren tener hijos o porque su vida es tan dura y complicada que la maternidad no les produce la supuesta satisfacción que se le supone. Pero ya está: desde ahora puedes abortar -no especifican cuantas veces-, confesarte y arrepentirte que todo se te perdona. Me temo que los grupos “Pro Vida”, tan manipuladores ellos, acabarán por disolverse cual azucarillo. Me pregunto quién se arrepentirá ahora de tanto sufrimiento añadido a miles de mujeres católicas que abortaron sin pasar después por el confesionario. Todo un despropósito.

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