Opinión

Arañas

Ahora no lo sé, pero hace poco tiempo, las mujeres llevaban al matrimonio un ajuar completo, en muchas ocasiones bordado por ellas mismas. Eran telas que había que planchar cada vez que se lavaban, lo que representaba un trabajo agotador, si a ello le sumamos las ropas de trabajo del marido, la cantidad de perifollos en los vestidos y los cachivaches que adornaban las casas. Después vinieron, para su salvación, una serie de electrodomésticos que aliviaron grandemente sus actividades domésticas y sobre todo llegaron las sábanas que contenían fibra después del nylon, y que eran de lavar, secar y poner de nuevo.

Un avance que como la fregona, y otros utensilios, fueron liberadores de la esclavitud a la que estaba sometida. A partir de ese momento, los ajuares que con tanto amor se habían elaborado en los bastidores, con hilos de seda, colores delicados, y agujas creadoras de flores y detalles soñadores, quedaron encerrados en los baúles en el desván del olvido. Los avances en medicina y técnica, se fueron sucediendo, en una gran parte gracias a los viajes espaciales, cuyas investigaciones aplicadas a la vida cotidiana, la medicina, las comunicaciones, las artes y el mundo profesional en cualquiera de sus facetas, representaron una nueva vida para las gentes del común y un presente y futuro infinitamente más humano.

Luego llegaron las prendas térmicas y las que repelen las manchas y toda clase de suciedades. Pero los laboratorios todavía guardaban alguna sorpresa en la recámara, como es el fruto de los trabajos efectuados con tela de araña que como todos ustedes saben, queridos lectores, es el hilo que supera en resistencia al propio acero. Esa tela que los humanos se empeñan en arrasar con la escoba, es la más flexible que se conoce, más suave que la seda de los ajuares y más confortable que el preciado algodón del universo textil. Pues bien, con ese misterioso hilo dorado que tejen las arañas de oro de Madagascar, Simon Peers y Nicholas Godley, de la empresa de biotecnología Bol Threads, han realizado una capa valorada en medio millón de euros. Una bagatela, si se reconoce la colaboración de más de un millón de arañas, la idea en sí, y el minucioso, artístico y extraordinario tesón de los dos artífices que han hecho posible esta maravilla que se puede contemplar en el Victoria & Albert Museum de Londres.
 

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