Opinión

Arte y estilo

Una amiga me comentaba con entusiasmo la afición que siente por las películas antiguas. Películas, en las que entre otros elementos, como en la vida misma, lucía el cigarrillo como un artículo de máximo consumo que ayudaba a crear atmósferas muy particulares, tanto siniestras como cómicas. La invitación a un cigarrillo suponía también invitación a una copa. El cigarrillo ha servido siempre para el acercamiento entre personas e inicio de idilios, principalmente en el cine, en el que no todos sabían coger un cigarrillo, pero que aquellos que lo sostenían con especial estilo, atraían las miradas y despertaban íntimos deseos. El humo del cigarrillo era la nebulosa erótica envolvente que elevaba al espectador del séptimo arte, al séptimo cielo. 

Hoy se conocen sus nocivos efectos para la salud, sin embargo, en ciertos sectores de la población perdura su éxito, y por algo será. Sea como sea, la historia es imborrable y el cigarrillo ha sido indispensable para la creación de una mitología moderna cuyos fascinantes dioses son reproducidos mil veces en reportajes, postales y fotografías, para el deleite de los que aman la elegancia, la estética y la personalidad de quienes antaño sabían lucirlo. Audrey Hepburn con su larga boquilla en “Desayuno con diamantes”; el inimitable Humphrey Bogart; la sensual Rita Hayworth; el cigarrillo en las manos de Marlene Dietrich;  el desafío en las bocanadas de humo de Bette Davis. Y todo ello, sin entrar en señeros personajes de la vida real. Pero ahí quedan para el Olimpo del cinematógrafo los cigarrillos de Alan Ladd, Lauren Bacall, Joan Crawford… También se elegían otros estilos como el puro: Groucho Marx, Edward G. Robinson, Sterling Hayden, o también la pipa. Aquí se repartían la palma Jacques Tati y Basil Rathbone. 

Femineidad y virilidad al cien por cien en un simple gesto. Era el arte de fumar que aún asoma en internet con instantes míticos que transmiten el aroma de la nostalgia y que la televisión revive de vez en vez. Actualmente se trata de que cada vez haya menos fumadores en bien de la salud, pero hubo un día en el que ver consumirse un cigarrillo en los labios de una estrella y desprenderse la ceniza del mismo, representaba todo un placer y el deseo de imitación. Y sería injusto que nos olvidásemos de un puro histórico: el del gran político inglés Winston Churchill.

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