Opinión

Caco y queso

Aveces pasan cosas extrañas. Es como si la naturaleza imitase al arte. Lo que me trae a la memoria aquella maravillosa película cómica italiana titulada “Rufufu”, en la que un grupo de pobres desgraciados deciden dar un golpe a gran escala que los pueda sacar de la miseria en la que viven. 

Y después de planificar el robo al estilo del butrón, de esperar el día y la hora, y tras arduos esfuerzos de preparación, la ejecución nocturna no les lleva a la Oficina del Monte de Piedad, objetivo por ellos elegido, sino a la cocina de la casa colindante. Piensen en las caras de Vittorio Gassman, Totó, Marcello Mastroianni, Memmo Carotenuto y Renato Salvatori. En definitiva, que resignados pero tolerantes con su suerte, optan de buen grado por degustar el rico potaje encontrado en sobre el fogón. ¿Quién podría dar más? ¡Increíble!

Bueno, pues la vida a veces parece eso, una película cómica de aquellos tiempos en los que el genio brillaba con el mínimo de presupuesto económico. Pero de vuelta a la realidad, que a veces es arte, recordemos que en el mismo Ourense no hace mucho, unos amigos de lo ajeno sustrajeron de un determinado comercio todos los refrescos que encontraron, excepto… los de limón. Dato indudable que revela el gusto colectivo de los citados rateros. Pero estas cosas no son privativas de lugares concretos, suceden en todo el mundo. Pongamos un ejemplo más: el robo perpetrado por un sujeto en una casa de Chapel hill, Carolina del Norte, USA. Según la policía, el caco tumbó la puerta a patadas a lo Terminator. La noticia no dice si afanó o no afanó joyas o dinero. No, eso no lo dice. Pero lo que hace realmente interesante este caso digno del CSI, FBI y CIA juntos, es que el pícaro se zampó el queso de la víctima, valorado en cinco dólares. Total, allí una lasca, no más.

Pero para esclarecer el asunto, nosotros no necesitamos agencia de inteligencia internacional alguna. Conocedores de lo que cuesta la cesta de la compra, y desde nuestra experiencia de contribuyentes, o sea paganinis a la fuerza, el motivo del robo está nítidamente explicado: la carestía exagerada del queso. Iba a por él. Y se lo jaló sin contemplaciones, blindajes ni dolor de conciencia. El botín merecía la pena. Claro que también puede deducirse que el devorador fuese Mickey Mouse y destrozase la puerta en un intento de disimular.

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