Opinión

Chivo expiatorio


Si pudieras patear el trasero del responsable de casi todos tus problemas, no podrías sentarte durante un mes” (Theodore Roosevelt). Hay frases como esta, que son todo un editorial. Frases que retratan a un gran sector humano. Tal aserto se puede aplicar individual o colectivamente. En todas las sociedades ya sean grandes, pequeñas o pequeñísimas, se necesita un “tonto”, o una víctima, llámesele como se le llame. Dice una docta amiga mía, que es cosa humana para el que no quiere mirarse al espejo y ver su realidad, buscar un chivo expiatorio que cargue con su frustración, su desencanto, su derrota individual, porque raramente el ser pensante se presta a recapacitar y reconocerse como responsable de sus propios actos si estos recalan en el error, y de sus nefastas consecuencias. Hay que tener cerca, o lejos, la distancia no importa, dice mi amiga, ese enemigo tan propicio para señalar como el causante de la equivocación, del fallo, del tropezón en la vida, o la intención con que se obra. Y hay verdaderos expertos, asegura. 

“No me dan miedo y sé perfectamente cómo manejarlos. Es lo que estoy tratando de decirle. La manera de manejarlos es proporcionarles una víctima, alguien a quien puedan cargarle el mochuelo.” (“El halcón maltés”. Dashiell Hammett, 1941). Explicación cristalina sobre cómo agenciarse un falso culpable. “1984” la ficción distópica debida al genio de George Orwell, es el paradigma del concepto “chivo expiatorio”, porque el enemigo a odiar y a cargar sobre él toda la amargura acumulada, toda la rabia encallada, y atribuirle todos los males, sufrimientos y escaseces, no es tal. 

El enemigo real es pura y simplemente la gran manipulación psicológica controlada por el Hermano Mayor, y mantenida por una propaganda constante. Mi amiga me hace recordar también un capítulo de “Los Simpson”, en el que Bart pronuncia la frase “yo no he sido”, que pasa a ser asumida cómicamente por todo el pueblo. “Yo no he sido”, es la justificación ante el mundo de que el “malo” es otro, por eso es tan fácil hacerla propia. ¿Es pura maldad, ambición, envidia, cobardía, desprecio al ajeno…? Puede que todo ello. Pero, ¿hacer responsable de los propios actos a uno, o más inocentes, puede borrar el sentimiento de culpabilidad, agravado por una acusación falsa, una calumnia? Ustedes, queridos lectores, tienen la palabra.

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