Opinión

Común denominador

Hay fechas para festejar. Cumpleaños, onomásticas, días de recuerdos varios, encuentros, peticiones… Todas y cada una de ellas tienen un común denominador: amor, afecto… Hasta la persona que aparentemente parezca fría e insensible, ama algo, o a alguien. También cuenta por supuesto el amor a uno mismo, hay claros ejemplos de ello, y si es en demasía, queda feo. Es impensable, dicen los amigos con los que comparto la celebración de un premio otorgado a uno de ellos, que se pueda pasar la vida sin algo a lo que asirse, que de sentido a este no saber; algo por lo que luchar. Hay historias de amor maravillosas, unas reales, otras ficticias, pero incluso estas últimas tienen un mucho de verdad en el reflejo humano. 

A veces se ironiza sobre quienes gustan de las películas, la poesía, o las novelas románticas. Y tal vez eso sea un error. Porque el sentimiento está presente hasta en las batallas, los descubrimientos, o las búsquedas imposibles. La conversación se vuelve “filosófica”. Cierto que no todas las historias de amor tienen un final feliz, ni las de verdad, ni las imaginadas. Pero se llora y se ríe con ellas y con sus protagonistas, a los que se llega a querer, porque se establece entre ellos y el sujeto una identificación subliminal, cualquiera que ésta pueda ser. Luego llega la realidad cotidiana que hace olvidar, pero quedan las referencias a lo sentido: situaciones, frases, músicas… Los sentimientos son siempre los mismos porque el ser humano también siempre es el mismo, se dice. Cambian las modas, los sistemas, los países, las normas, las fisonomías geográficas y urbanas, las armas cada vez más sofisticadas, las posibilidades… pero no cambia él, ni sus sueños. Se convive con las mismas pasiones, los mismos vicios, los mismos egoísmos, los mismos delitos, las mismas virtudes, las mismas ilusiones, los mismos deseos y aspiraciones… 

Ahí está la Historia para repasarla, se señala. Y ahora que los tiempos son tan raros, tan irreales, y hay tanta soledad extrema, el amor que se lleva dentro se multiplica en la necesidad de compartirlo, de dar y recibir, aunque, más que nunca, sea difícil encontrar en quien acogerse y depositarlo. Hay alejamientos, abandonos y olvidos, se aduce. Las nuevas sociedades tan someras, tan frías, no ayudan. Las prisas, el miedo, las dificultades, el dinero, el futuro incierto…

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