Opinión

De tiempo y belleza

El descubrimiento de una momia egipcia de hace 6.000 años ha echado por tierra todos los cálculos que se tenían sobre las técnicas de embalsamamiento, ya que este hallazgo, según los expertos, data de 1.500 años antes de lo que se creía hasta la fecha. Lo que quiere decir una vez más, que la sabiduría y cultura egipcia se remonta mucho más allá de lo que se ha imaginado. ¿Cuánto? Quién lo sabe. Los egiptólogos nos dirán algún día si es posible desvelar el secreto que duerme entre las nieblas oscilantes de lo desconocido. 

Esto en cuanto a lo que nos muestra cada día el pasado egipcio tan misterioso, paso y escuela de algunos de los más preclaros e inmortales pensadores griegos como Platón, Pitágoras o Solón, entre otros. De ahí que muchos historiadores aseguren que es la tierra egipcia el lugar en que se encuentra el origen del sistema y pensamiento del mundo occidental. Heródoto es uno de los grandes que reconoce la herencia cultural que Egipto legó a Grecia. Y no es extraño que así fuese, si se tiene en cuenta el pertinente parentesco existente entre divinidades, panteones y arte. Los amantes de ese mundo, cuyo devenir dejó enigmas tan impresionantes como las pirámides, que tantas hipótesis generan asociándolas incluso con las estrellas; la perfección de sus obras; y la mágica adoración que sentían por ciertos animales como los gatos, no pueden pasar por alto una de las piezas más atrayentes y extrañas que se hayan creado. 

No me refiero a los tesoros que guardaba la tumba de Tutankamón, ni a él mismo, o a otros descubrimientos relevantes, sino a una de las obras maestras más fascinantes y enigmáticas que se pueden apreciar. Me refiero al busto policromado de la reina Nefertiti, realizado en 1345 a. de C. El rostro representado de la Gran Esposa Real de Akenatón, que los historiadores califican de belleza extraordinaria, se ha podido contemplar en el Altes Museum, ubicado en la Museumsinsel de Berlín. Bien, pues es muy posible que el visitante, ante esa representación de Nefertiti, sienta lo mismo que ante el David de Miguel Ángel en Florencia: que sus ojos no pueden apartar la mirada de ambos. En el caso de Nefertiti, no es la belleza, que también, sino que, quien la mira, espera que cobre vida, que hable, que se materialice. Es una magnifica experiencia que recomiendo de verdad, a mis queridos lectores.

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