Opinión

El corazón desfallece

El corazón. Esa víscera que todos llevamos dentro de nosotros, casi siempre en guerra con la razón. El corazón acelerado, lento, parado, cuya labor se detecta en las sienes, en el pulso… El corazón, que a veces desfallece por el exceso de la carga de los afectos, de todos los sentimientos, que se abre a los demás, que se da, y que a veces tiene que reprimirse y cerrarse ante la contención que la cabeza ordena. El corazón, preciso y precioso, que unas veces se licúa en lágrimas incontenibles porque es demasiado el dolor que lo constriñe, y otras, también la alegría lo desborda, lo desmaya.

Sea como sea, el corazón es fuerte y al mismo tiempo frágil y vulnerable. Hay que cuidarlo con sumo mimo, porque en su recorrido puede avisar de que su tiempo es limitado, o lo silencia una extraña ráfaga de viento emocional que lo hiela o lo quema. Seguramente a muchos de ustedes no les dirá nada el nombre de Amy Williamsen, pero es un nombre que brilla con luz propia en el mundo de la cultura universal, centrada mayormente en trabajos de valor extraordinario sobre el Siglo de Oro español, sobre teatro, y sobre, entre otros muchos personajes señeros, el de Ana Caro Mallén (XVII), conocida como “la décima musa sevillana”, mujeres escritoras españolas y latinoamericanas. Una siglodorista extraordinaria, pero sobre todo una mujer conocida por aquellos que la rodeaban como “esencia de gentileza, inteligencia, benevolencia, eficiencia y buen humor”.Preocupada por todos, más que por sí misma, decían de ella que era como “el ángel que caminaba entre nosotros”. 

Mujer en definitiva con un corazón inmenso, que un día en que el sol convertía la playa en oro, entre las olas de un mar azul intenso, su centro, como un reloj gastado y roto, no pudo seguir marcando las horas de la vida, y cansado, se paró. Hoy la lloran intelectuales, alumnos y amigos. Y hoy también por gratitud a su dedicación a la época más dorada de nuestra literatura, es momento de rendirle homenaje por su intensa investigación, divulgación y entrega a lo nuestro. Es hora de releer a los grandes genios dominadores del espíritu del ingenio, la sabiduría, la prosa y la poesía. Nuestros grandes hoy casi  desconocidos porque no cuentan sus talentos en un mundo frío y tecnificado. Corazones como el de Amy, aunque se paren, siempre darán vida al mundo. Descanse en paz.

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