Opinión

El mundo es un pañuelo

No puedo comenzar este artículo sin antes expresar, como siempre, un sentido recuerdo para aquellos que se han ido tan solitos, y para sus familias que los lloran. Estoy con ellos, y con todos los que participamos, en este momento de manera más profunda y directa, podríamos decir dada la cercanía de las circunstancias, de la sensación tan vívida en que nos ha impuesto la fragilidad inevitable de la condición humana y de todo lo que respira. Uno, noqueado todavía por el golpe, se pregunta ¿qué ha pasado? ¿Qué ha sido este terremoto silencioso y estático que no ha movido una piedra y que sin embargo, nos ha arrojado a la realidad más aterradora? Qué ha sido este tsunami, seco e implacable, que ha arrasado toda tranquilidad, toda la cotidianeidad, y ha arrastrado con su invisible fuerza miles de vidas preciosas.

Ahora que ha pasado un tiempo, y la angustia, debido a la inercia, trata de calmarse, pienso en lo sabios que eran nuestros abuelos cuando decían: “qué pequeño que es el mundo”, “el mundo es un pañuelo”. Y lo decían sin disponer de teléfonos móviles, ordenadores, televisión, y demás ingenios técnicos y digitales que actualmente nos sitúan virtualmente, en los más recónditos confines del planeta. Sí, el mundo es un pañuelo, pequeño, que a la menor ráfaga de viento se desmorona, se hace añicos como una taza que cae al suelo y se rompe. Después se unirán los fragmentos, pero ya no será la misma.

Cierto que todo se supera por ley de vida. Unas generaciones sustituyen a otras, pero todas pisaran siempre sobre la historia heredada, sobre los pasos que se han dado ya, sobre lo que fue. Cada época puede que mejore a la anterior, pero ¿es así de verdad? ¿No se pierde nada por el camino? ¿Nunca se deja algo atrás? ¿No se corre demasiado? Pienso que es de justicia, de vez en vez, mirar hacia el pasado para seguir con más conocimiento el camino hacia el porvenir. Decir que el pasado no existe y que solo lo del presente es lo que vale, como parece que últimamente se cree, posiblemente sea un error, una postura, una ocurrencia que queda bien coloquialmente, pero sin pasado, para aprender de lo bueno y de lo malo, creo que lo que no puede existir es un porvenir mejor. Por eso, por todo, recordar a los que nos precedieron, sus obras, sus valores, sus experiencias, es vital. El pasado es lo único seguro que tenemos.

Te puede interesar