Opinión

El señor del gallo

Escribía, no hace mucho, sobre acontecimientos y mitos pertenecientes al acervo cultural, y que se narran como propios en diferentes pueblos y países. Tomemos como ejemplo el famoso Gallo de Barcelos, emblema de Portugal. Una figura de vivos colores que los visitantes del país siempre se regalaban. En Galicia casi todos conocen la famosa leyenda porque pertenece a las tantas que figuran en los varios caminos a Santiago de Compostela, en este caso, el portugués. Recuerdo que hace años, hice diversos programas radiofónicos para las fiestas de Santiago, y para ellas me serví de la primera guía turística editada en el mundo, o sea, el Códex Calixtino. En él se encuentran auténticas maravillas sobre esa épica espiritual y sus protagonistas. Nobles y plebeyos, ricos y pobres, sanos y enfermos, gentes de todo el mundo en pie, en sillas llevadas por criados y transportes arrastrados por caballos, formaban legión de peregrinaje en busca de la tumba del santo.

Un camino iniciático que en realidad era, y es, el encuentro con uno mismo. Allí se narraba ese portento con un significado tan hermoso como es, ahora y siempre, la justicia. Sobre el hecho al que nos referimos hay diversas versiones que forman parte de las historias medievales jacobeas. Un peregrino gallego que sale de Barcelos para Santiago, es acusado de robarle a un potentado una cantidad de dinero. Debido a tal delito, el hombre es condenado a la horca, pero antes de la ejecución, el imputado pide ser llevado ante el juez que en tal momento degustaba un gallo asado.

El peregrino, en reivindicación de su honradez, le asegura que el gallo muerto se levantará y cantará en prueba de su inocencia. El juez, incrédulo, deja de comer y se ríe del reo. Pero en el momento de ser ahorcado, el gallo se levanta y comienza a cantar. Este es el milagro del Señor Santiago, que representa la prueba definitiva de la inocencia del reo que queda libre de culpa, ante el estupor de todos los testigos. El campesino salvado de la muerte esculpió un crucero en el mismo lugar de los hechos, llamado del Señor del Gallo, que se encuentra en el Museo Arqueológico de Barcelos. Sin embargo, porque el camino es pródigo en milagros, el mismo prodigio se sitúa en Santo Domingo de la Calzada, de donde viene el dicho: “Santo Domingo de la Calzada, donde cantó la gallina después de asada”.

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