Opinión

Eso es belleza

Es terrible envejecer? Parece que lo es. Nadie quiere, y para ello están los cosméticos que no quitan los años, pero los disimulan. Las firmas de belleza cada temporada sacan al mercado nuevos modelos, que según la publicidad, son más efectivos a la hora de embellecer el rostro. Luego están los gimnasios, y las clínicas de cirugía estética, las dietas de alimentación, sin contar los masajes y toda clase de artilugios para quemar aquello que “sobra”, o aumentar aquello que “falta”. Afeites de toda clase, perfumes, aceites, cremas… Firmas famosas las avalan, y también las de la última persona que destaca en el mundo del disco o de de la pantalla, que prestan su nombre a los determinados productos que se precien. Todo son firmas, firmas, firmas…, que se mantienen mientras dura la fama del nombre de moda. Pero siempre permanecen fuertes y en primera fila las de toda la vida. 

Si hablamos de hermosura y de su, digamos, “conservación”, tendríamos que remontarnos a muchos atrás. Por ejemplo, podríamos referirnos a Cleopatra, o en general a los antiguos egipcios. Concretamente, la reina de Egipto utilizaba una estética de maquillaje característica por los elementos que empleaba para ello. El maquillaje de sus ojos tenía varias funciones. Los científicos encontraron que los determinados componentes empleados para ellos, eran antisépticos, con lo que protegían los ojos del sol, al tiempo también de determinadas enfermedades. Según estos importantes estudios, los investigadores descubrieron así mismo, que hace más de 4.000 años los egipcios elaboraban aquellos afeites con plomo y sales. Sabían en profundidad de ellos, y de las proporciones para oscurecer los ojos. 

Con ello buscaban, no sólo el realce del esplendor, sino las propiedades medicinales que favorecían el sistema inmunológico, y que repelían las bacterias en el caso infecciones oculares. La cultura egipcia es una de las más fascinantes que tuvieron lugar en la historia del mundo. Eran sabios. Recordemos sus trepanaciones, sus jeroglíficos, sus símbolos, sus dioses, sus templos y tumbas, sus leyendas y “maldiciones” sobre ellas, su estética única, sus embalsamamientos, sus sarcófagos y máscaras mortuorias, sus increíbles ojos pintados, sus pirámides y gigantes de piedra, sus misteriosas esfinges bajo el sol, en la arena dorada y ardiente. Eso era belleza.

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