Opinión

Farmacopea ideal

El mundo de hoy se asienta en una gigantesca farmacia dividida en grandes distribuidoras y medianas boticas, en las que ya han desaparecido esas trastiendas en las que los amigos del boticario echaban parrafadas sobre lo divino y lo humano. Estas medianas boticas se dividen a su vez en pequeños armaritos caseros repletos de fármacos consumidos por una humanidad cuya vida se dilata en la vejez. Sus consumidores necesitarían en algunos casos dibujar un gráfico con los días y las horas designadas para cada toma. Porque son tantos los comprimidos que tienen que tomar a lo largo de las veinticuatro horas, que las personas aquejadas se pierden entre la distribución recomendada. La memoria es frágil y los remedios varios se pueden confundir con resultados fallidos. Pero posiblemente este problema ya no tendrá razón de ser en un futuro cercano, porque un equipo de científicos del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) bajo la dirección del ingeniero químico del David H. Koch Institute for Integrative Cancer Research del MIT, Daniel Anderson, ha ideado unas auténticas fábricas de medicamentos, factibles de ser instaladas dentro del cuerpo del enfermo. Se trata de nanopartículas cargadas de ADN y aplicadas según los tratamientos localizados, ¡asombrosamente! por control remoto. Tal operación funciona, según los creadores, por medio de una luz de laser que proporciona la producción de los ingredientes y su descarga en los lugares del organismo que así lo requiera la necesidad. Esta información publicada en varias revistas especializadas como la American Chemical Society, da una visión de los avances en la medicina y sus aplicaciones. Sería harto difícil para los que somos novatos en estas lides, intentar traducir lo intrincado de la información científica del informe, por lo que diremos sencillamente que las micropastillas llevan en sí mismas todas las instrucciones precisas y una red de complejidades que hacen posible su activación en el momento oportuno mediante una señal exterior. Este descubrimiento sería un alivio para el mundo del paciente. No tendría que dosificarse por vía oral y se evitaría la toxicidad de determinados específicos. Con lo cual, mejoraría física y psicológicamente y al mismo tiempo, suprimiría esos pequeños armarios hoy repletos de capsulas tintadas con los bonitos tonos del arco iris.

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