Opinión

Floriografía

Alexandrina Victoria, más conocida como la Reina Victoria, subió al trono de Inglaterra a los 18 años de edad. Su reinado marcó toda una era, llamada victoriana. Era, que dividió en un antes y un después la forma de vida, con la Revolución Industrial. Hito que cambió radicalmente el Imperio británico en el abandono del campo y auge de la industria, y con él, el planeta entero en un vuelco profundo y nuevo en los aspectos laboral, cultural, social, arquitectónico, médico, en la forma de pensar y en la percepción de los valores. Tiempos duros, muy duros, en los que los niños pasaron a ser las primeras víctimas, como siempre. La época victoriana se hizo famosa también en el aspecto de la moda, más severa y restrictiva. Se decía que en su reinado se llegaba a tal grado de puritanismo que se ponían fundas a las patas de las mesas. ¿Exageraciones humorísticas y sarcásticas?

Al margen de todo ello, lo cierto es que aún hoy día son muy buscadas las ropas, los complementos y las joyas de entonces, piezas muy preciadas, algunas de las cuales todavía pueden encontrarse en los establecimientos ingleses de antigüedades. Otra de las curiosidades puestas de moda en aquellos tiempos de mudanza fue el lenguaje de las flores, llamado generalmente floriografía. Ese fue un medio de comunicación en el que las flores se utilizaban para expresar sentimientos a través mensajes codificados, que de otro modo no se hubieran podido transmitir.

Son cosas olvidadas por falta de uso pero en su momento fueron medio de libertad para decir lo que se sentía sin necesidad de comprometerse oralmente. Dentro de la variedad de cada flor tenían significado los colores y combinaciones. Y aunque ya no tiene vigencia su uso como lenguaje, todavía se conserva el conocimiento del significado de cada flor. Desde el principio de los siglos las flores tuvieron un valor que quedó marcado en la memoria de las generaciones. Todavía son el presente ideal ofrecido a quien se ama, o regalo para aquellos con los que hay que cumplir. Son algo bonito que sirve de juego ameno y un tanto exótico, en unos tiempos en los que con unos simples relojes mil usos de pulsera, o unos móviles, se pueden enviar mensajes a las antípodas, así, cómodamente, y sin moverse del asiento. Y es que como solía cantar don Hilarión, hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad.

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