Opinión

Misterios de la noche

La noche es oscuridad, silencio, descanso, recogimiento, sueño, sueños, pesadillas, insomnios…

La noche acoge lo que se siente y no se ve: ojos grandes que acechan, crujir de maderas, sombras siniestras, ulular del viento, monstruos imaginarios, y monstruos de verdad incansables en su ambición. Es la noche que aplaca o alarma, la noche que, cruel, devuelve los momentos a olvidar, la noche que guarda toda clase de secretos, la noche confusa entre luna y nubes, la noche perversa que tienta a lo inconfesable, la noche que agita conciencias, la noche que envuelve lo vivo y lo muerto. ¿Hay más? Sí, mucho más. Todo lo que se ignora de otros mundos que están en este, con sus secretos, con sus formas y medios de supervivencia. Mundos lejanos y cercanos a un tiempo sobre los que la ciencia desvela lo sorprendente, lo poético, lo maravilloso de la vida en todos sus recovecos por muy escondidos que estén, y magnitudes veladas.

Universos limitados, y en todo tiempo visitados por el humano. Pero ¿qué sabe el humano de ellos? Muy poco, si dejamos al margen el miedo o el placer que nos ofrecen sus masas compactas, azules, verdes, grises, o negras, según la luz recibida, tan llenos seres extraños a cuyos cuerpos y aspectos la imaginación no llega. Sin embargo, Inverse, nos habla de un descubrimiento digno de un cuento de hadas. Esos cuentos que tanto gustan a los niños y a muchos mayores. No se trata de enanitos, de lobos parlanchines, de sueños eternos, príncipes hechizados o besos mágicos. Se trata de seres de todos los colores, callados y escondidos, viajeros constantes de sus mundos abisales.

Ahora los científicos nos revelan algo conocido como migración sincrónica vertical, la más grande de la tierra. Esto es: “Cada noche, después de que el crepúsculo da paso a la oscuridad, hordas de criaturas marinas desde un pequeño zooplancton hasta enormes tiburones, surgen de las profundidades para pasar la noche cerca de la superficie”. Y esas hordas increíbles, viven en las “aguas superiores”, al amparo de la noche, lo mejor de sus vidas. Disfrutan, se alimentan y aparean antes de retirarse al amanecer. Son como la Cenicienta, van al baile, encuentran la felicidad, pero no se pueden quedar en ella, porque toca la hora de marchar, hasta que el girar del planeta propicie la oscuridad de la noche total, sobre las aguas densas.

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