Opinión

No estaba muerto


Hay cosas, hechos y sucesos, que si no vinieran contrastados no se creerían. Un excursionista aficionado al senderismo se encontró perdido cerca del pico más alto de Colorado, Estados Unidos. Sin saber a ciencia cierta en qué punto se hallaba y sin tener idea de qué hacer, solo y desamparado, con el sufrimiento, la angustia, además de sensación de peligro que debe sentirse al vivir semejante circunstancia, estuvo veinticuatro horas completas. Durante todo ese larguísimo tiempo, recibió repetidas llamadas de los rescatadores a las que en ningún momento contestó. ¿Adivinan ustedes, queridos lectores, por qué no se agarró con alma y vida al teléfono, como única tabla de salvación? Pues, pásmense: porque no reconocía el número del comunicante. Increíble, sí, increíble. 

¿Qué importaba quién llamase para pronunciar el SOS, petición de socorro y ayuda para su rescate? Los hay “mantas”, o como decía Mafalda, “zanahorias”. Por supuesto, los socorristas tenían noticias de su pérdida por la hora en que se registró su salida y su ausencia a la hora del regreso. Debido al silencio como respuesta a las llamadas al excursionista, se desplegó un equipo de búsqueda y rescate por todo el condado de Lake, sin resultado positivo. Las múltiples llamadas telefónicas e intento de localización, tampoco dieron su fruto según el comunicado oficial. El sujeto, que no fue identificado, declaró a los responsables del SAR, que al anochecer había perdido el rastro marcado en la excursión, y que se pasó toda la noche intentando volver a encontrarlo. 

Al final halló su coche a la mañana siguiente y se largó a su casa. No tenía ni la menor idea de que lo estuvieran buscando, ni se le pasó por la imaginación. Recibía llamadas al móvil, pero no conocía el número, por lo que hacía caso omiso de ellas. La citada declaración se publicó en Facebook, y sobre ella hubo lluvia de críticas. Lo que no es de extrañar. La moraleja es: si usted se encuentra en grave peligro y provisionalmente recibe una llamada que puede representar su salvación, no lo coja si no conoce el número. Eso sí, cójalo rápido si reconoce el número de quién en cada llamada le cuenta su vida repetidamente, sin dejarle meter baza. Durante el tiempo que dure el monologo, usted se habrá ido por la barranquilla. ¿Para qué servirá ese  aparatito, ya prolongación de la propia mano?

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