Opinión

Nunca se llega

Qué sencillos son los grandes! Casualmente veo un video con Robert De Niro, el cual dialoga con otros compañeros de profesión. Ya solamente el nombre del actor retrotrae a ese no va más interpretativo que cierra “Érase una vez en América”, a esa frase mítica “¿Me estás hablando a mí?”, o a ese corto, pero increíble diálogo con Al Pacino, en “Heat”, por citar algunos de sus trabajos, al margen de otros míticos como los de “El cazador”, “Los intocables”, “Toro salvaje”... 

De Niro explicaba humildemente, que uno nunca debe creer que ha llegado a la cima, por muchos premios y halagos que reciba, por mucho dinero que gane

De Niro explicaba humildemente, que uno nunca debe creer que ha llegado a la cima, por muchos premios y halagos que reciba, por mucho dinero que gane, y por mucha que sea la fama internacional que pueda disfrutar. Nunca se llega, dijo, porque cada día es un nuevo comienzo. Y me asombré gratamente de que en estos tiempos en que tanta egolatría se pasea por el mundo, un señor cuyo nivel artístico podría decirse que es difícilmente superable, se muestre con tanta sencillez y sentido común. Porque es muy fácil perder el equilibrio y caer. Y las remontadas suelen ser difíciles, y a veces imposibles. 

Los antiguos romanos lo tenían presente, y por eso en los magnos desfiles que se celebraban en honor de sus generales, victoriosos tras las batallas, se les repetía como una letanía que no se olvidasen de que eran mortales. Es decir que la victoria no se les subiese demasiado a la cabeza, porque al fin y a la postre nada es eterno, aunque sus épicas quedasen en los anales de la historia. 

Esto me recuerda al Segismundo reflexivo tras su terrible experiencia de la vida, con conocimiento del bien y del mal, de la pobreza y la riqueza, del poder y la injusticia: “Es verdad, pues reprimamos/ esta fiera condición,/ esta furia, esta ambición,/ por si alguna vez soñamos./Y sí haremos, pues estamos/en mundo tan singular,/que el vivir sólo es soñar;/y la experiencia me enseña,/que el hombre que vive,/ sueña lo que es, hasta despertar”. Fragmento de “La vida es sueño”, de Calderón, autor adelantado a su tiempo. Claro que, para llegar a este pensamiento, es de suponer que se necesita de la inteligencia para procesar. Por eso suele pasar que las personas importantes, realmente doctas y válidas en todos los sentidos, son las más accesibles llegado el momento. Luego están esas otras que parecen sencillas, pero qué, en realidad, están orgullosas de su humildad.

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