Opinión

Pistas y claves

Hace días escribía sobre Hércules Poirot, el cine y la novela negra. Las pequeñas células grises del gordezuelo y atildado detective privado podían competir en igualdad de condiciones con la elegancia, la ironía y dotes de observación de ese otro detective eterno para los aficionados a la literatura detectivesca, Sherlock Holmes. Ambos poseedores de talentos extraordinarios en la resolución de los casos, a los que no les hace falta ningún adelanto científico para dejar a sus lectores fascinados. Pero detrás de ellos están los verdaderos genios. Los que los han creado, los que planean y desarrollan literariamente la maldad más enrevesada, al tiempo que dan todas las pistas y las claves, para que sus criaturas de ficción resuelvan los misterios y los crímenes más complejos e intrincados. 

Al primero le dio larga existencia Agatha Christie; igualmente, al segundo, Arthur Conan Doyle. Ambos famosos en el mundo, como sus invenciones, aunque a veces éstas, con sus deslumbrantes personalidades, devoran a quienes les dieron la vida. Estos nombres vienen de nuevo al caso, porque como suele decirse, “hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad”, frase debida a don Sebastián, personaje de “La verbena de la Paloma”, de Tomás Bretón. Lo cierto es que las ciencias avanzaron tan deprisa y tan efectivas en lo concerniente a la investigación policial, que actualmente la cuestión de huellas de todo tipo entre otros efectos, son tan comunes que ya no sorprenden. Ahora, ayudados por los estudios sobre los genes ya pasa a ser corriente que se puede dar con el delincuente sin grandes esfuerzos. Claro que a pesar de todo, siempre queda un hueco para la estupefacción. Como la que ha producido la última noticia que se ha dado sobre el particular y que cuenta cómo la policía dio con un asesino en serie a partir de una pizza mordida. 

Lo que puede resumirse con la frase tan repetida de que, la realidad supera a la ficción. Esto sucedió en Long Island, Estados Unidos. Los investigadores relacionaron determinadas pruebas y entre ellas el susodicho bocado, con el sospechoso de los crímenes, cometidos en Gilgo Beach. Como ustedes habrán podido colegir, queridos lectores, todo tuvo que ver con el ADN. Y es que el ADN es esa sombra alargada que nunca jamás miente, muy al contrario, es el chivato más infalible descubierto en el mundo. 

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