Opinión

Pura representación

Ya lo saben, mis queridos lectores. Nos encontramos en la era de la aceleración, de las nuevas tecnologías, de los viajes espaciales, de la búsqueda de otros seres, de la comunicación, de la neurociencia, del buenismo tolerante, del photoshop y de la súbita “sabiduría” general que se expande a través de Internet por las redes sociales. Un fenómeno que ha cambiado el mundo y lo ha minimizado dentro de un aparatito conectado al wifi. Por él se desarrolla un universo que se pierde entre lo negativo y lo positivo. Y por él todo el mundo puede opinar con conocimiento de causa, o pontificar sobre cualquier asunto sin idea del mismo, y dejar “su verdad” relativa a lo divino y lo humano. Esto, sin entrar en otros problemas generados de más enjundia. 

Hoy todo se dirime en esa maquinita que sorbe el seso. Desde el personaje más responsable de vidas y haciendas ajenas que pone lo que le conviene, al analfabeto que da su opinión ex cátedra sobre el origen de la vida. Por otra parte está el tema de los montajes. Hoy se puede hacer creer todo lo que se quiera que se crea. Las imágenes se manipulan y se generan historias, acontecimientos, todo lo que sea pertinente. A tal punto se ha llegado, que ya no se sabe el por qué, ni qu clase de lío es el que se vive. Todo semeja un montaje a gran escala. La verdad ha quedado difuminada en una neblina que no refleja más que sombras coloreadas a gusto del consumidor. En esto es sabia la publicidad. Hoy todo es publicidad. Se hace que se hace con miras al exterior. Eso es lo que importa. 

Pero los artífices de la confusión se han pasado y a veces da la sensación de tomar parte en una representación teatral en la que todo lo que rodea al espectador es una escenografía realizada en papel. Ocultos están los apuntadores que dictan a cada uno el contenido de su rol. Los clásicos escribieron que el mundo es un gran teatro, y en el devenir de la historia los argumentos fueron mejores o peores, pero en general contaban con una base real humana. En este momento, la obra que se lleva a cabo en el escenario universal es francamente cutre, con una falsedad que se sale por las costuras de los vestuarios a lucir. Los dramaturgos son malos y los actores peores. Falta sinceridad, ética artística, y sobre todo, respeto al público, que es quien paga el montaje y encima le hacen pasar por taquilla.

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