Opinión

¿Qué es lo mejor?

Hay para todos los gustos, todas las interpretaciones y todas las opiniones. Y esto pasa en todos los órdenes de la vida. Las sociedades y sus reglas son reguladas de acuerdo a los calificados como expertos, que una no dice que no sepan, pero que a veces no lo son tanto. Pongamos por caso que los agricultores de toda la vida saben más del clima, la naturaleza, los animales y las cosechas que muchos sabios que tratan de darles lecciones. ¿Por qué? Sencillo: porque viven en, por, y con la naturaleza, con la que se entienden cada día, cada hora y cada noche. Y hablo de la Naturaleza en sí misma. Otra cosa son los artilugios maravillosos con que, afortunadamente, se cuenta hoy para la labor agrícola. Ellos humanizan el trabajo, lo facilitan, y multiplican las cosechas. Y todo esto viene a cuento de que los expertos, a veces se contradicen, como escribo al principio, y cada uno va por el carril que le inspira su musa. Y digo carril, y digo bien, porque de eso se trata. 

Por lo general las carreteras lucen cantidad de señales para facilitar la conducción y avisar de peligros que no se conocen, o en evitación de determinados despistes de quienes van confiados por ellas, y que pueden desembocar en auténticas tragedias. Contrariamente a esta filosofía, Hans Monderman, ingeniero de tránsito holandés, creía que las carreteras serían mucho más seguras para los conductores si se redujesen tantas señales como se colocan cada dos por tres. Su lógica se sustentaba en el supuesto de que los que manejaban el volante irían muchísimo más atentos a su cometido ya que nada les advertiría de peligro alguno, más que su prudencia para llegar a buen puerto. Algo así como, “el miedo guarda la viña”, para entendernos. 

Para él era muy importante responsabilizar más al conductor y no guiarle como a un niño un poco tonto. Monderman, puso en práctica lo que pensaba y se hizo famoso por eliminar del diseño de las carretas y la planificación urbana, cantidad de señales. En una ocasión, observó que un problema eléctrico inutilizó los semáforos dando lugar a comportamientos mucho más seguros en un punto negro. Monderman sustituyó el cruce por una rotonda sin muchas señales, y en dos años el número de accidentes se redujo espectacularmente. Y ahí está el quid de la cuestión. ¿Más o menos señales? ¿Qué opinan ustedes, mis queridos lectores? 

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