Opinión

Risa y depresión

Qué bien sienta la risa. La carcajada que sale espontánea de la garganta. Hay personas que si se les pregunta con quienes quisieran estar toda la vida, no dudan en contestar que con las que sean divertidas, que posibiliten el esparcimiento, con las que poder reírse. La risa es una necesidad para el individuo, una forma de relajar las tensiones. Y aquí también se podría decir que es tan necesaria como el llanto. Porque aunque dicen algunos expertos que el llanto no serena, no deja de ser una realidad que llorar suaviza la rigidez del momento. Las personas se cuentan chistes, anécdotas jocosas, incluso se imparten cursos para reír. ¡Cuánta necesidad hay de reír! ¿Habrá cosa más bonita y que más enternezca que la risa de un bebé? Hasta la sonrisa de un anciano desdentado es entrañable.

Pero la risa también puede ser dolorosamente desagradable. Se experimenta a menudo cuando se es víctima de las cosquillas ininterrumpidas que alguien se empeña en aplicar al individuo. Existen muchas teorías sobre la risa. Unos piensan que es la reacción a un estímulo concreto, otros que es un balbuceo lúdico instintivo de control subconsciente que nunca brota en solitario. Para otros es una reminiscencia del grito del que, en la lucha, sale triunfador. Pero en definitiva, se suele llegar a la conclusión de que la risa deviene de la evolución y la genética, idea apoyada en el hecho de que determinados primates también son capaces de reír.

Sin embargo, después de tantas teorías sobre este fenómeno, un estudio llevado a cabo por la Universidad Complutense de Madrid, el Instituto de Investigación Sanitaria de Aragón y el Instituto Aragonés de Ciencias de La Salud, ha revelado que determinados matices de la risa detectan la depresión que padecen algunas personas, sin que ellas sean conscientes del mal que anidan dentro de sí. Y si antes se localizaban determinadas deficiencias, pasajeras o graves de salud, a través de las analíticas, hoy la risa pasa a ser un medio, según dicha investigación, altamente eficaz para diagnosticar algo tan importante y delicado como es esa enfermedad que va en aumento con los tiempos modernos: la depresión. ¿Quién, actualmente, no conoce a alguien que la padece? La risa a veces evidencia la tristeza, cuando alguien, sin ningún motivo aparente, de la carcajada más alegre pasa al llanto más desolador.

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