Opinión

Stonehenge

Los viajes están llenos de sorpresas. Sí se sabe que en ese lugar, o en ese otro, están esos monumentos cuya visión producen emociones sin cuento, y posiblemente el viajero los haya contemplado incontables veces reproducidos en revistas, documentales, películas, e infinidad de medios con los que se cuenta hoy día. Sin embargo, estar frente a ellos de verdad, verlos en la más pura realidad, tal como son, sin filtros, sin velo alguno que los distorsione, es cosa muy distinta. Y, si vistos reproducidos causaban turbación, verlos, sentirlos, percibir la comunicación que transmiten sus piedras, sus tallas, la vida que guardan dentro de sí, es penetrar en otro mundo absolutamente inesperado, el tiempo que permita la visita. Después, queda aquello que dejan en el interior de cada cual, según sensibilidades, percepciones y consciencias. 

Uno de esos monumentos, que absorbe por entero la atención y asombra extraordinariamente, es precisamente Stonehenge, grandioso y soberbio, situado en una llanura al sur de Inglaterra. Esas piedras, allí, verticales, quietas en su poderío, austeras, silentes, sin dar a conocer el verdadero fin de su creación humana, invaden el pensamiento. En el gris de su grandeza prehistórica, besada y azotada por los tiempos de más de cuatro milenios, antes del Neolítico, se encerraba su secreto ancestral. ¿Qué era Stonehenge? ¿Para qué se construyó? Su misterio ha generado cientos de teorías. Pero la que más fuerza tomó, era la de que posiblemente fuera un observatorio astronómico. Ahora un equipo de arqueólogos ha determinado que Stonehenge había sido un calendario solar que daba la pauta justa de una vuelta al sol. 

La información ha sido publicada por “National Geographic”, con datos impresionantes sobre la función principal del monumento, el lugar en el que se asienta, los debates que ha generado, y de cómo ese espacio fue ocupado en sus tiempos como coto de caza, con jornadas extensas al efecto. Quién haya estado allí antes del boom turístico, habrá observado que esas piedras gigantescas y majestuosas, estaban solitarias en un lugar desprovisto de vegetación, mientras que anteriormente, según los investigadores, había sido un bosque cerrado y fértil. Entonces, las piedras de Stonehenge ¿ya han dejado de ser un misterio? ¿Han dicho todo lo que saben, después de tantos siglos de silencio?

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