Opinión

El toro de la Vega

Dice la enciclopedia que “chivo expiatorio” es como se denomina a una persona o grupo de ellas a quienes se quiere hacer culpables de algo de lo que no lo son, sirviendo esta excusa a los fines del auténtico culpable. El chivo expiatorio en versión moderna, es aquel que se elige también como “cabeza de turco”. En definitiva, es la búsqueda de alguien en quien descargar el peso de la culpa propia o colectiva, o simplemente satisfacer en el inocente elegido, el desahogo del instinto de crueldad, sadismo, frustración o descontento que cada cual anime en su interior. Como eso, llevado a la barbarie más auténtica, actualmente no se puede hacer con seres humanos en países que se llaman progresistas y civilizados, se recurre como en sus orígenes, pero con más crudeza e impiedad, a las rancias tradiciones del martirio de un animal, al que concurre y participa alegre y salvajemente la masa enardecida. Últimamente se ha armado un revuelo con lo del “Toro de la Vega”, bonito nombre para tal fin, bestialidad que se lleva a cabo tomada como fiesta. En un momento en que se ven degollamientos en directo por la televisión, en que muchas naciones están al borde de un precipicio, en que los escapados de la barbarie no encuentran sitio que los acoja y en que el hambre se extiende como una mancha de aceite; aquí, en este país que todavía lee y vive, en vez de analizar en profundidad lo que tiene delante, se dedica en ciertos lugares, a jugar al sufrimiento de un ser que nada ha hecho para merecer tan atroz castigo. Vergüenza da, o debería dar. Pero se mira de lejos y ninguna voz responsable sale a decir con valentía que hay suspender de una vez por todas tradiciones tan indignas e indignantes, cuyas expresiones hieren sensibilidades y contaminan las conciencias infantiles. En un relato breve, no recuerdo el autor, pero si su filosofía, se habla de la felicidad que supone para quienes no lo sufren, que otros individuos ejerzan crueldad sobre otros ajenos. El contemplarlo sin ningún riesgo para sus integridades físicas, crea en ellos la seguridad de que el mal está fuera y que nos les atañe. Pero repito lo que señalaba en un artículo anterior: en un momento dado, lo que se hace con un animal, puede llegar a hacerse con una persona. Educación, educación, educación, es la clave para seguir evolucionando de verdad como humanos.

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