Opinión

Un día cualquiera

Cada día que amanece se presenta como un “tour de force”. Hay que pasarlo con mil ojos, a la espera del obstáculo que está al acecho en el camino de las horas. Hay que realizar el esfuerzo de salvarlo, o tratar de esquivarlo a toda costa en el supuesto de que aparezca. Pero, para bien o para mal, rara es la jornada en la que no hay una pequeña dificultad que superar. Y menos mal si es pequeña. Mejor no pensar en las grandes. Levantarse de la cama es suplir el pijama por el atuendo del guerrero que se adentra en este bosque o selva que es la vida. Las primeras ojeadas a la prensa, o las primeras noticias de la radio, no suelen ser muy alentadoras. Lejos o cerca, siempre afecta lo que pasa en el mundo, y mucho más si lo que pasa es muy próximo. Son tantas pequeñas cosas que conforman el puente que se prolonga hasta la noche… Un puente, que generalmente, nunca es seguro al cien por cien. Un día cualquiera significa correr una aventura, aunque no se sea consciente de ello. 

Una aventura inigualable es ya, simplemente, el vivir. No tienen por qué ser problemas irresolubles los que se encuentren, pero, por ejemplo, una palabra mal dicha, o mal interpretada, puede ser causa de una preocupación. Un imprevisto no exactamente positivo, aunque no sea grave, puede desestabilizar la disciplina acostumbrada y alterar el estado emocional. Y, ay, si el estado emocional se desequilibra. El motivo de tal circunstancia no se va de la cabeza, permanece ahí, fijo, sin moverse, como si no hubiese más en qué pensar, y se prolonga y enajena las horas del descanso. ¿Acaso era para tanto? Tal vez no. No era el caso, pero sí la persona. Y es que, cada una es un mundo. 

Un mundo que gira solitario en medio de la multitud. Es una forma de ver la vida, de estar en ella. Cien matices de sensibilidad, con sus miedos, sus fobias y complejos, sus esperanzas y apetencias, sus percepciones sobre el entorno, y el fardo de experiencias que se llevan a la espalda y que a veces pesa demasiado. Y las fuerzas flaquean. Un día cualquiera, a una hora cualquiera, puede cambiar el rumbo proyectado. Pero no siempre para mal. A veces esa bifurcación que invita a seguirla, procura aquello que se anhela y que parecía imposible. La vida es a veces injusta, pero muchas veces generosa y sorprendente. Es la aventura que no se busca, pero que sale al encuentro.

Te puede interesar