Opinión

Una jungla olvidada

Es un trabajo satisfactorio al final, pero muy trabajoso mientras se realiza, comentan mis amigas, una de las cuales nos acaba de contar que viene de hacer limpieza trasteril. Y en verdad que lo es. Ha tardado dos días y llega cansada. Por supuesto con el mismo buen humor de siempre, pero ha pedido rápidamente un café para sentirse mejor. Y no es extraño su agotamiento después de haberse metido en una jungla desconocida como suelen ser esas pequeñas zonas cerradas y tan necesarias, que parece que se estiran de manera prodigiosa para que quepan más y más cosas que degluten ansiosas como pozos sin fondo. Cosas acumuladas a lo largo de los años, inamovibles y apretujadas, sin poder mostrarse, a la vista y que hacen honor al dicho de que los árboles no dejan ver el bosque. 

Luego de la incursión y el trabajo para dejar claros en semejante búsqueda de colores, texturas, y formas, llega el momento cumbre del descubrimiento de tesoros. Oh, exclama la exploradora de telas, zapatos, bolsos y demás complementos que un día fueron. Y acaricia con un punto de añoranza determinadas prendas que la retrotraen a tiempo mejores. ¿Mejores? No se sabe, pero sí distintos. Y de pronto se da cuenta de que hay cosas entre la amalgama que forma montón, que son de completa actualidad, que giraron alrededor del mundo de la moda, y que lucen como hechas para el momento. 

Lo que hace falta es saber si el cuerpo está en condiciones de exhibirlas. Pero sí, claro que sí. Un arreglillo por aquí y un arreglillo por allá, y perfecto. Luego están los hijos que eligen, porque a ellos les llena de contento saber que tenían allí un almacén de ropa último berrido, ignorado durante tanto tiempo. Y esto me recuerda el fragmento de “La vida es sueño” de Calderón de la Barca, en el que dice: ”Cuentan de un sabio que un día/ tan pobre y mísero estaba,/ que sólo se sustentaba/ de unas hierbas que cogía./ ¿Habrá otro, entre sí decía,/ más pobre y triste que yo?;/ y cuando el rostro volvió/ halló la respuesta, viendo/ que otro sabio iba cogiendo/ las hierbas que él arrojó”. 

Por supuesto, y afortunadamente, que no es el caso de mi amiga, nada más lejos, pero no me digan que no es bonito recordar que lo desechado hoy, puede resultar espléndido mañana. Y que bueno es recordar momentos de la gran literatura que fueron y son lección de ayer, hoy, y mañana. 

Te puede interesar