Opinión

Un vuelo muy particular

Hay que tomarse la vida con un poco de humor, porque después de todo lo que se ve, lo que se vive, y lo que se vislumbra para el futuro, queridos lectores, bueno es echarle toda la hilaridad que se pueda a aquello que se mueva. Y sacarle punta a cada detalle que se presente y se preste a ello. Por ejemplo esas noticias que se imprimen en pequeños titulares y que pasan desapercibidas. O esas otras que merecen enunciados de más envergadura, pero que afortunadamente no informan de desgracias humanas, aunque sí de contratiempos. Recuerdo, porque merece la pena hacerlo, el caso que se produjo con un avión de Iberia que hacía el trayecto de Roma a Vigo, y que debido a un problema técnico de la empresa Aviapartner, se vio obligado a un retraso considerable que afectó a los pasajeros con destino a la ciudad olívica. Hecho aparatoso que dejó huella indeleble en dichos viajeros. Retrasos habituales a los que las personas se acostumbran, qué remedio.

Recuerden ustedes, queridos lectores, que no hace tanto tiempo, las compañías aéreas mimaban a sus pasajeros como a hijos muy queridos. Comida, refrescos, mantitas, calcetines, neceseres, sonrisas… Una delicia. Se encontraba uno casi como en casa propia. Pero ya se sabe. Es la ley de la oferta y la demanda. Y ahora la demanda con el turismo ha engordado y la oferta ha adelgazado. La cosa se ha puesto de lo más difícil. Los billetes están por las nubes.

En muchos vuelos no espere usted ni pan ni agua, de mantitas nada y de cariñitos menos. Incluso hubo una compañía que ofrecía a los usuarios volar de pie, aunque eso sí, mucho más económico el billete, faltaría más. Supongo que pretendían colocar arneses a los usuarios, digo yo. Al final fue un proyecto denegado, tal vez por falta de estética, que la estética es algo que se lleva mucho hoy, más que la propia vida y no digamos la salud. El caso es que, los empleados del vuelo que da pie a esta reflexión, tuvieron que ponerse manos a la obra y empujar el avión por todo el aeropuerto de Fiumicino, para que el aparato pudiese coger vuelo, o sabe quién para qué. Y digo yo, que menos mal que el avión todavía estaba en tierra, porque no me quiero figurar, queridos lectores, que en pleno vuelo, todos los pasajeros y tripulación, se hubieran tenido que bajar allá en las alturas para hacer avanzar al cacharro. Todo un hito humano.

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