Opinión

Genética contra la malaria


La malaria es una enfermedad que el año pasado afectó a 240 millones de personas en el mundo, provocando más de 600000 víctimas mortales, mayormente niños africanos menores de 5 años. Conocida también como paludismo, está causada por parásitos del género Plasmodium, y se transmite a los humanos mediante la picadura de las hembras de los mosquitos del género Anopheles. En los últimos tiempos, parásitos y mosquitos se han ido haciendo resistentes a los insecticidas y demás medidas de control de plagas.

Las hembras del mosquito se alimentan de sangre humana, necesaria para obtener la energía que precisan para madurar sus huevos. En su caso, los machos nunca pican, pues se alimentan de néctares y jugos vegetales y nunca trasmiten la enfermedad. Recientemente, científicos del equipo Transmisión Zero del Departamento de Ciencias de la Vida del Imperial College de Londres han obtenido en el laboratorio mosquitos genéticamente modificados donde el crecimiento de los parásitos se ha ralentizado, intentando evitar la transmisión de la malaria.

En su ciclo biológico natural, las hembras del mosquito se infectan con el plasmodio al picar a personas infectadas de malaria. Así, el parásito pasa al intestino del insecto, donde continúa su desarrollo. Desde allí viaja hasta las glándulas salivales, listos para infectar a la siguiente víctima de una picadura. Por suerte, sólo el 10% de los mosquitos infectados llegan a completar este proceso. Si consideramos la magnitud mundial de esta patología, es fácil imaginar lo que ocurriría si el porcentaje alcanzase el 100%.

Pues bien, los investigadores británicos diseñaron hembras de mosquito transgénicas, cuyos intestinos producen unas sustancias que interfieren en el desarrollo de los parásitos. Dicha modificación genética provoca que, al alimentarse de sangre humana, el insecto fabrique dos pépticos antimicrobianos, originalmente presentes también en las abejas melíferas y en las ranas de uñas africanas. Su efecto consigue retrasar la fase evolutiva intestinal del plasmodio, acortando de paso la vida media de los mosquitos transgénicos, que generalmente perecen antes de transmitir la malaria.

Existe en Tanzania una instalación para generar y manipular estos insectos, que posteriormente deberán ser reintroducidos en la naturaleza para ocupar el nicho ecológico de los patógenos tradicionales. Los científicos trabajan ahora en el perfeccionamiento de la técnica, intentando conseguir mosquitos transgénicos lo suficientemente longevos como para garantizar su reproducción. Para ello seleccionan los parásitos a partir de la sangre de los niños infectados, garantizando que la modificación genética funcione contra aquellos que realmente circulan entre las comunidades afectadas.

La Fundación Bill y Melinda Gates aporta parte de los medios económicos necesarios para llevar este experimento a buen puerto, tal y como hicieron anteriormente al financiar la empresa biotecnológica británica Oxitec, especializada en la lucha contra la malaria en países como Brasil o Panamá, entre otros, con la finalidad de frenar otras patologías trasmitidas por picaduras de mosquitos, como zika y dengue.

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