Opinión

Infecciones del futuro

La Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica (SEIMC) acaba de publicar en junio de 2022 un informe muy interesante donde sus especialistas más cualificados vaticinan cuáles serán las infecciones a las que la humanidad deberá enfrentarse a mediados del siglo XXI. En diferentes capítulos, los expertos han abordado cómo serán y cómo deberemos tratar la gripe y otras infecciones víricas respiratorias, las patologías provocadas por el SARS-Cov-2, el VIH, las enfermedades de transmisión sexual, las hepatitis víricas, la tuberculosis, la malaria y otras enfermedades transmitidas por la picadura de insectos, como por ejemplo el dengue o la fiebre del Nilo, relacionadas con el cambio climático, y las fiebres hemorrágicas virales. Pero también el impacto que podrán provocar los nuevos virus de origen zoonósico, el bioterrorismo, las infecciones que porten los emigrantes y los refugiados, las infecciones en pacientes inmunodeprimidos no VIH, las infecciones relacionadas con la asistencia sanitaria, las infecciones asociadas a la formación de biopelículas y las infecciones provocadas por bacterias multirresistentes. 

Finalmente existe un apartado destinado a los nuevos métodos de diagnóstico y al manejo de toda esta información generada por profesionales específicamente formados. Y aunque es posible que en el 2050 ya no esté habitando este planeta, estas predicciones han despertado mi curiosidad. En estos últimos tiempos he comentado con algunos médicos en formación, los facultativos y facultativas del futuro, cómo será el ejercicio de la medicina en las próximas décadas, por pura especulación científica, pero también por un interés particular egoísta, porque ellas y ellos serán los encargados de cuidarme si llegamos allá. 

Retomando el informe de la SEIMC, nos percatamos que semejantes desafíos venideros poco difieren de la situación que tenemos que encarar actualmente, con la batalla sin tregua desatada contra el SARS-Cov-2, el VIH, la tuberculosis, las infecciones relacionadas con el cambio climático en un mundo globalizado, o las peligrosas bacterias que se han ido haciendo inmunes a la mayoría de los antibióticos conocidos. Al fin y al cabo, antes de la pandemia del cáncer y las enfermedades cardiovasculares, nuestros antecesores solían enfermar y morirse mayormente por infecciones o traumatismos. Solo hace falta repasar la historia de la humanidad para contabilizar las bajas provocadas por los incontables conflictos bélicos y las terribles plagas como la peste, la tuberculosis, el cólera o la viruela, por ejemplo. 

También es recomendable recordar que los virus, las bacterias y otros microorganismos capaces de parasitar y enfermar a los humanos llevan millones de años residiendo en este planeta, la mayoría muchísimo tiempo antes de que nuestros ancestros abandonaran el cobijo de los bosques para aventurarse caminando sobre sus piernas por extraordinarios y peligrosos parajes. Todos estos gérmenes han aprendido a defenderse desarrollando mutaciones, una inteligente protección que sin duda continuarán empleando durante siglos. Lo más inquietante del informe es que la amenaza de una guerra bacteriológica seguirá estando ahí, desafiando la vida humana en un planeta que jamás ha sido ni será estéril, microbiológicamente hablando.

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