Opinión

Las cuentas claras

Sostiene Aloysius que los datos numéricos, a pesar de su aspereza, traducen aceptablemente lo que ocurre a nuestro alrededor. Su información resulta clara y concisa. Desde que comenzó la pandemia vivimos rodeados de datos y resulta conveniente repasarlos para conocer cuál es la realidad en la que nos movemos. La semana pasada, el Ministerio de Sanidad notificó que la incidencia del covid-19 seguía a la baja en España, situándose en los 345 casos por 100.000 habitantes, todavía lejos del nivel aceptable. Desde el punto de vista epidemiológico es una buena noticia, porque significa que la curva de la quinta ola se mantiene en su rama descendente. Sin embargo, la curva de mortalidad no se comporta igual. 

Hemos aprendido de oleadas anteriores que cuando se dispara la cifra de incidencia, aproximadamente dos semanas después comienzan a incrementarse las hospitalizaciones en las unidades covid y en cuidados intensivos e, indefectiblemente, unos días más tarde la contabilidad de las defunciones aumenta. Y aunque la inmunización no evita el contagio, en general todas las vacunas aplicadas hasta el momento han demostrado su efectividad en la reducción de los cuadros más graves y mortales de la enfermedad. Disponemos de datos sobre las vacunas ARNm, las más distribuidas y aplicadas. Parece ser que la de Pfizer-BioNTech induce niveles más elevados de anticuerpos, que sin embargo se mantienen así menos tiempo que los de la vacuna de AstraZeneca. De ahí que muchas autoridades sanitarias se estén replanteando administrar una tercera dosis de Pfizer-BioNTech a los más desprotegidos: pacientes inmunodeprimidos y personas mayores pluripatológicas. Algunos investigadores han descubierto que la respuesta de estos pacientes a la infección por el coronavirus SARS-CoV-2 es deficitaria, de ahí la mayor gravedad de sus complicaciones y el desenlace fatal de su enfermedad. 

Desde el principio de la pandemia 4.770.453 españoles se han infectado por esta patología. Por desgracia 83.136 han fallecido, lo que representa un 1,5% de mortalidad, porcentaje que se incrementa notablemente en las franjas más envejecidas de la población. Por supuesto, extremar las medidas higiénicas, el uso de las mascarillas, el distanciamiento social y el efecto de las vacunas han influido en que la morbilidad y la mortalidad hayan sido inferiores. 

Aún así no debemos olvidarnos de las secuelas que el covid-19 está provocando en un número no desdeñable de infectados, condicionando el futuro de su salud al convertir en crónicas varias de estas patologías. Sin ir más lejos, el otro día contemplábamos con preocupación las radiografías torácicas de un varón de 36 años que había pasado el covid semanas atrás. La fibrosis pulmonar que padece probablemente le haya convertido en candidato a un trasplante pulmonar. Y así ¿cuántos más?

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