Opinión

¿Qué comer?

A principios del siglo XX vivían en África un millón de chimpancés, esos mismos que comparten con nosotros un 96% de su genoma. Apenas 100 años después, su población se ha reducido a un tercio. Sin misericordia son cazados por los furtivos para terminar en espectáculos, laboratorios, zoos y como mascotas.

Ahora se enfrentan también al bushmeat, una nueva moda occidental que propone consumir carne de animales salvajes, desde chimpancés a tucanes, sin supervisión sanitaria. ¡Qué maravilla! Después nos quejaremos cuando aparezcan patologías causadas por priones, como la enfermedad de las vacas locas, traducida en los humanos como síndrome de Creutzfeldt-Jakob, una demencia rápidamente progresiva y mortal, o el kuru, otra enfermedad infecciosa neurodegenerativa que afectó a ciertos nativos de Nueva Guinea por ingerir los cerebros de sus difuntos, para adquirir más sabiduría. A pesar de ser esencialmente vegetarianos, a los chimpancés les encantan los cerebros y los hígados, sobre todo sus presas. 

En otro índole de circunstancias, recientes estudios revelan que el 60% de las personas piensa que los insectos formarán parte de nuestra alimentación en el futuro. Y si no lo es ya, es por el asco que todavía nos provoca esta posibilidad. Tranquilos, chavales. Gusanos, grillos y saltamontes entrarán por nuestras bocas en forma de harinas, galletas o barritas. La repugnancia es cultural. 

Y depende, todo depende. En octubre de 2022 se cumplieron 50 años de la tragedia aérea en Los Andes, cuando un bimotor se estrelló en un glaciar, con 40 pasajeros y 5 tripulantes a bordo. La mayoría pertenecían al equipo escolar de rugby Old Christians Club de Montevideo. Los 16 supervivientes, para subsistir los 72 días que tardaron en rescatarlos, se vieron obligados a comer la carne congelada de los cadáveres de sus familiares y amigos. Comer o morir. Afirma el prolífico expedicionario y periodista Luis Pancorbo en su excelente “El banquete humano” (2008) que el canibalismo fue consustancial con la conducta de los primeros humanos, acostumbrados a no hacer ascos a los lomos ajenos. En un nuestros genomas contemporáneos portamos incluso pruebas fehacientes del canibalismo antepasado, genes precisamente revolucionados para contrarrestar las enfermedades derivadas de la antropofagia. 

En “Comer animales” (2009), sagaz ensayo cuya lectura asimismo recomendamos, el estadounidense Jonathan Safran Foer repasa nuestra responsabilidad moral, individual y colectiva, reflexionando sobre el precio abonado por animales, medio ambiente y el Tercer Mundo para que cada día podamos disponer de carne en nuestros menús. En plena pandemia de diabesidad, con la obesidad y la diabetes disparados y sin freno, el dilema de cómo debemos alimentarnos saludablemente continúa sin resolverse sobre nuestros manteles: ¿qué deberíamos comer y por qué?, Sostiene Aloysius que lleva años planteándose estas incógnitas, desde que descubrió al antropólogo Marvin Harris y sus “Vacas, cerdos, guerras y brujas” (1974), “Caníbales y reyes: los orígenes de las culturas” (1977) y “Bueno para comer: enigmas de alimentación y cultura” (1985). Mucho ha llovido desde entonces. Y mucho ha de llover todavía.

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