Opinión

ROBOTIZADOS

La primera tarde de este otoño debatí con Aloysius sobre un mundo futuro compartido por varias especies humanas y una multitud de robots y androides. Afloraron a la superficie Isaac Asimov y las tres leyes de la robótica, los Nexus 6 de 'Blade Runner' (Ridley Scott, 1982) inspirados en la oscura clarividencia de Philip K. Dick y sus androides que soñaban con ovejas eléctricas, 'Deep Blue' y su pugna particular contra los mejores ajedrecistas de la historia. Y por supuesto Hal 9000 (Heuristical programmed ALgorithmic computer), el cíclope robot de la increíble odisea espacial imaginada al alimón por Stanley Kubrick y Arthur C. Clarke. Recientemente, la empresa japonesa Cyberdyne ha desarrollado un robot-traje destinado a implementar la fuerza corporal de personas mayores o discapacitadas. Tal vez inspirado en el cine y en la literatura, ha sido bautizado como Hal.


Guardo 'Los robots del fin del mundo', un recorte de Julio Miravalls publicado el 14 de enero de 2008 en el periódico 'El Mundo'. Según algunas proyecciones sociales y económicas, dentro de 30 años vivirá en Japón un jubilado por cada dos trabajadores activos. Y si alguien no pone remedio, en apenas un siglo la población japonesa actual descenderá a un tercio. Parece ser que en lugar de incrementar su índice de natalidad o favorecer la inmigración procedente de otros países, los nipones han puesto sus esperanzas en la robótica. Conservo esa tira periodística en la cubierta de un libro, 'Entre lobos y autómatas', el galardonado ensayo de Víctor Gómez Pin sobre la causa del hombre, gracias a cuya lectura algunos cosmopolitas domésticos contemplamos vacilantes la coincidencia genética del hombre con otros primates y sus consecuencia, como en la recordada saga de 'El planeta de los simios', pasando por la eugenesia anunciada en 'Gattaca' (Andrew Niccol, 1997), hasta alcanzar los todavía ignotos territorios de la inteligencia artificial mitificados en la sobrevalorada 'Yo, robot' (Alex Proyas, 2004).


En la Universidad de Aberdeen están trabajando con un robot capaz de debatir con los humanos, justificando y discutiendo todas sus actuaciones. Al otro lado del charco, en la Universidad de Northeastern (Boston, Massachusetts), han realizado una serie de experimentos con un grupo de estudiantes y un robot llamado Nexi. Los resultados han sido publicados en la revista 'Psychological Science'. Revelan que existen cuatro gestos de seguridad para alertarnos sobre la desconfianza en determinados individuos: cruzar los brazos, frotarse las manos o la cara, inclinarse hacia atrás o alejarse de nosotros.


Ya lo saben. Si acuden a una sucursal bancaria para obtener un crédito y su interlocutor les recibe repantingado en su sillón, parapetado tras una amplia mesa de despacho marcando las distancias, con los brazos cruzados, que solamente descruzará para frotarse varias veces la cara cavilando ante sus súplicas, no aguarden ni un instante más para terminar contemplando cómo se frota las manos mientras ustedes se han encadenado durante varios lustros a la galera de su hipoteca. O mejor, lleven con ustedes a un robot polemista. Quizás tengan más éxito.

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