Opinión

Serpientes de verano


A este paso, tal y como se están consumiendo julio y agosto, pronto no quedarán en los montes ni serpientes de verano. Las noticias se suceden con celeridad. Nos nos conceden ni el tiempo preceptivo para su digestión, como aquel que nos obligaban a respetar las abuelas de la infancia, antes de sumergirnos en el mar o en la piscina después de comer. 

La guerra de Ucrania continúa atronando, pero con la sordina puesta. Importan tanto las víctimas del conflicto como las que puede provocar la hambruna planetaria por el cierre temporal del granero ucraniano. Estados Unidos y China se esfuerzan en demostrar su poderío económico, militar y espacial. No sé cómo acabará la cosa, máxime cuando los teclados de nuestros ordenadores son Made in China, igual que nuestras zapatillas deportivas y los componentes electrónicos de la mayoría de los objetos inteligentes que nos rodean. 

Ya saben, la inteligencia humana es inversamente proporcional a la artificial, casi siempre. Entretanto, por aquí seguimos a lo nuestro, con la inflación disparada, la energía eléctrica por las nubes, a pesar de las medidas correctoras, los dados cargados para que ganen siempre la partida los mismos, los fichajes de verano, las palancas de Laporta, la viruela del mono, no tan grave como la humana, azote de la antigua humanidad, pero que ayuda a sobrecargar una sanidad disneica que sigue pidiendo oxígeno a gritos, por culpa de esta pandemia que no cesa. Las estadísticas de las víctimas de covid-19 ya no sirven ni para serpiente de verano, aunque persiste la contabilidad de dramas presentes y futuros. Contemplando las gráficas oficiales españolas apenas distinguimos si hemos surfeado 6 ó 7 olas. 

Recientemente, un medio de información refería 60 muertes diarias por esta enfermedad en España, para a continuación compararla con la gripe, cuando ambas nada tienen que ver, ni epidemiológica ni patológicamente. La información sobre la mortalidad siempre llega con retraso, determinada por la dilación en la notificación de los casos y en el procesamiento de estos datos. 

Los expertos informan que una parte importante de los fallecimientos por covid-19 han de confirmarse mediante pruebas diagnósticas. Por ello, estas estimaciones se basan en el exceso de mortalidad. Con el final del verano, las potencias farmacéuticas aceleran para poner a punto sus arsenales de vacunas, modificadas según la evolución de las diferentes cepas del SARS-CoV-2. Habrá que tener en cuenta la inmunidad natural, tan variable y particular, adquirida por todos los que hemos superado el covid-19, un total de 82000 prójimos en Ourense desde el inicio de la pandemia. 

Algunos ya recibieron las cuartas dosis, atendiendo a la fragilidad de sus sistemas inmunitarios, mayormente afectados por el envejecimiento, determinadas enfermedades y sus tratamientos. Y ante la escasez de serpientes este verano, nos hemos consolado contemplando como el tiempo pasa tan despacio en Sildavia y en las carreras artísticas de Miguel Ríos y Juan Perro, por poner un par de ejemplos recientes que hemos tocado con nuestros mismísimos incrédulos dedos.

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