Opinión

Sinhogarismo

Hace años coincidí con Richard Gere en Nueva York. El actor preparaba su participación en el film “Invisibles” (Oren Moverman, 2014) y se rumoreaba que estaba haciéndose pasar por una de las más de 600.000 personas sin techo que entonces sobrevivían en la Gran Manzana, la ciudad más poblada de los Estados Unidos, con casi 8.5 millones de prójimos. Grosso modo, uno de 7 de cada 100 neoyorkinos subsiste sin el amparo ni el cobijo de un hogar. Por si fuera poco, dentro de ese medio millón largo de personas existen 25.000 niños. 

Coincidí con el sex symbol de “American Gigolo” (Paul Schrader, 1980) por las calles de Manhattan y Brooklyn, pero no conseguí verlo. Su camuflaje era perfecto. Se había hecho invisible, hasta el punto de encarnarse en un auténtico homless. Nuestros diccionarios traducen literalmente este término como vagabundo, aunque el problema se extiende mucho más allá de las fronteras del léxico. 

El siempre cortés Aloysius me ha hecho llegar un reciente artículo firmado por el doctor  Daniel Roca Lahiguera, médico de familia que trabaja en el barrio del Raval, de Barcelona. Este colega trata de concienciarnos sobre la patología denominada sinhogarismo (con grafía unitaria), y en su abordaje desde las consultas de los centros de salud. Porque cada día aumenta más la población de las personas sin hogar, especialmente en las grandes urbes. Vivir en la calle incrementa la mortalidad, reduce la esperanza de vida y potencia el padecimiento de múltiples enfermedades: infecciosas, mentales y adicciones. Además, estas las personas están más expuestas a accidentes y agresiones. Y qué decir sobre las enfermedades crónicas, que triplican su riesgo cardiovascular, con un peor control de la hipertensión arterial o la diabetes, más precoz y con mayores complicaciones. 

Los términos sintecho y sinhogar suelen emplearse indistintamente para referirse a los prójimos que no disponen de un espacio donde vivir y pernoctan al raso, si bien la realidad nos demuestra que se puede tener un techo sin tener una vivienda y una vivienda sin tener un hogar. Más cercanos a nosotros, la Unión Europea revela que 3 millones de personas no poseen un lugar donde vivir, y que alrededor de 400.000 duermen cada noche en la calle, la forma más extrema de exclusión social. Se estima que en España esta lacra podría afectar a 30.000-40.000 personas. Si al problema de los sin techo añadimos las personas sin vivienda, y a los habitantes de viviendas inseguras e inadecuadas, el problema alcanza dimensiones alarmantes e intolerables. 

Llegados a este punto, imposible no acordarnos del inolvidable Gary Cooper convertido en un vagabundo manipulado por la opinión pública en “Juan Nadie” (Frank Capra, 1941), tal vez la película más proyectada en Navidades, con el permiso de “¡Qué bello es vivir” (Frank Capra, 1946) y del inefable James Stewart.

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