Opinión

Une et impera

Inicialmente, la entrega de esta semana iba sobre otro asunto, que bien puede quedar para la siguiente, dado que, desgraciadamente, parece que va para largo, como ya se verá. Pero, en el contexto actual, es difícil sustraerse a dar una opinión -discutible, como siempre y como todas- sobre la noticia estrella que ha hecho correr ríos de tinta -electrónica también- estos días; esto es, los resultados de las elecciones autonómicas gallegas.

Lo primero, llama la atención cómo algo tan evidente e incontestable como es el éxito del partido popular alcanzando su quinta mayoría absoluta consecutiva (siendo la primera para el presidente Rueda como candidato) puede llegar a ser objeto de discusión o menoscabo en concretas tertulias televisivas o por parte de determinados comentaristas y analistas. En verdad, hay quien parece vivir en una realidad paralela, o algo así.

Cierto es que nadie se ha atrevido a tener la desfachatez de minimizar el descalabro sufrido por el partido socialista, que deja en mera anécdota el de su socio principal de gobierno -liderado por una gallega, para más inri-. Pero no es menos cierto que tratar de desprestigiar el éxito ajeno es una forma algo sutilmente burda de disimular el desastre propio. Porque el retroceso del sanchismo en Galicia es un fracaso sin paliativos, se mire como se mire.

Lo procedente -y esto no es un consejo, sino una mera opinión- sería analizar dicho fiasco desde una óptica fuertemente crítica. Pero ya estamos acostumbrados a los mensajes propios de momentos como éste, de estilo condolencia, en los que la culpa siempre es de los demás, o de las circunstancias; o de los ciclos…; en lugar de asumir la responsabilidad -si es necesario, en primera persona, dimisiones incluidas- por los errores cometidos.

Una derivada tan interesante como interesada, es la que niega cualquier papel al tristemente célebre proyecto de ley de amnistía, de aprobación inminente -otra vez-, en la debacle del socialismo gallego; algo que, dicen, vendría confirmado por el ascenso del BNG, que también la defiende. Quien no se consuela es porque no quiere; pero, de persistir en esa línea de pensamiento, el único perjudicado va a seguir siendo el partido socialista.

Quizás el ascenso del BNG -también incontestable y evidente- haya que buscarlo, entre otras razones, en un factor que muchas veces los partidos políticos descuidan y que resulta fundamental ad intra y ad extra: la unidad. Ya lo dijo, sensu contrario, Julio César: divide et impera. Si, para vencer al enemigo, una de las claves es dividirlo, tanto más fácil será vencerlo si él mismo se presenta divido, y a la inversa.

Un partido que se presenta unido proporciona una potente imagen de fuerza hacia el exterior, lo que, como mínimo, impone mayor respeto entre sus rivales. Pero, además, genera dentro del propio partido dinámicas internas muy positivas, que son imprescindibles de cara a la movilización de sus bases; aspecto que, a su vez, es un factor esencial a la hora de tener éxito pidiendo el voto para la propia formación.

Y así, aunque haya quienes no lo quieran ver -y mal que les pese-, llegamos a la raíz del impactante resultado que obtuvo el partido popular en Galicia, en general, y en Ourense, en particular: un partido unido, experto en transiciones afortunadas, que transmite solidez. Ahora, parece que por fin llega el ansiado momento de volcar en nuevos escenarios los magníficos resultados obtenidos a nivel local. Une y vencerás, o sea.

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