Opinión

Aristocracia

Pese a la actual atribución de la nobleza a una clase social privilegiada, surgida del sistema feudal, con dominio y potestad sobre la mayoría de la población, por otro lado hoy abolida en sus atribuciones y que apenas reserva un estatus honorífico, por definición, y dentro del ámbito de la concepción del mundo clásico, la aristocracia constituye un modelo de gobierno en el que el poder es ejercido por los mejores. Entiéndase por los mejores a aquellos que, excediendo en una cualidad natural o moral, son superiores a los demás y, por lo tanto, preferibles o más convenientes.

En plena lid por dilucidad quién calentará el nalgatorio, friccionándolo en el cuero de los escaños azules del Hemiciclo, una caterva de aspirantes a congresista parece convencida de que tan codiciado sillón merece la estrategia del todo vale. Dispuestos a encender una vela a Dios y otra al diablo, no por el bien de la mayoría sino por el interés egoísta y espurio de desbancar al adversario, una miríada de candidatos se bate el cobre en maniobras de acoso y derribo que, al parecer, tanto éxito aportó en la moción de censura que derribó a Rajoy, aunque ello no supusiera ningún tipo de beneficio para la ciudadanía, al conseguir únicamente dejar el Gobierno vacante, además de un deterioro institucional cada vez más acusado y perjudicial para la nación.

Esta es la penosa actualidad: la falta absoluta de liderazgo. No hay líderes porque las formaciones políticas niegan a la ciudadanía como objetivo a que liderar. Los partidos están enzarzados en una carrera contra reloj por instalarse en Moncloa. Al parecer eso es lo único importante, y para conseguirlo, lejos de apelar al sentido común y al compromiso con el electorado, se limitan a sembrar la discordia y el miedo. Que si Podemos arruinará el país, que si el PSOE sólo busca una revancha; que si el PP es un saco de corruptos. Que si Cs está trasnochado por negarse a ser colaborativo gratuito, que Vox es la perniciosa ultraderechona, o que si al final cuatro amiguitos jugando al tute se van a llevar el gato al agua porque, como siempre, jugarán el papel de bisagra.

Pero lo que todo el mundo parece obviar es que el revolucionario agitador de Pablo Iglesias vive demasiado cómodo como para mandar al traste el paraíso capitalista español a cambio de un infierno de mierda como el que viven los felices, satisfechos y comunistas ciudadanos norcoreanos. Que el fanático sectario Pedro Sánchez, nula respuesta obtuvo de su parco intento de polarizar a la sociedad española porque, por encima de su egocentrismo, existe un Pueblo que sabe convivir en la pluralidad desde hace décadas, sin consentir que un pusilánime revuelva el río para cobrarse por la jeta la pesca. Que el tibio Pablo Casado tomó distancia, no solo del pasado sino de lo que atribuyeron a la derecha española, evidenciando la manipulación dialéctica que atribuye a Fidel Castro ser socialista y por lo tanto de izquierda, a Nicolás Maduro socialista nacionalista y, por lo tanto de izquierda, y a Adolf Hitler, socialista y nacionalista y por lo tanto de extrema derecha, y que, por la cuenta que le trae, sabe diferenciar entre conservadurismo, liberalismo y neoliberalismo, que no son lo mismo aunque haya quien lo confunda.

Que el laxo radical Albert Rivera tiene muy clara la distancia entre el culo y las témporas, y que no va a dejar de sacar ventaja al regalo de Sánchez cuando lo descabalgó de la OJE al transferir el cara al sol a la formación verde, y que el supuesto pseudoultra Abascal, desde el centro o el extremo, al igual que los del troncomóvil rojo de Pedro y Pablo, les basta arrimarse al Poder para amainar transitando a moderados neoliberales.

De la consulta a fondo del programa presentado por los distintos contendientes, adolece aquella mención, enunciado inicial de su propuesta, al compromiso electoral planteado en la pasada convocatoria por los populares, afirmando, literalmente “nuestro contrato con los españoles”, que debiendo ser el norte de todos los postulantes, pronto la abandonaron para dejarla en el tintero. Menos mal que aún hay funcionarios y monarquía que evitan la parálisis del Estado o vacante la Presidencia de la República a sopapo limpio entre candidatos. Qué bien estaría que estos tunantes, las cinco patas para un banco, empezasen a pensar menos en ser el ombligo del mundo, y más en el bienestar de los ciudadanos. Porque los españoles se merecen ser representados por los mejores!

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