Opinión

Autosuficiencia

Se entiende por autosuficiencia la condición de quien se basta a sí mismo y que, aplicada a la política de un Estado, supone abastecerse de sus propios medios. Si hay un requisito esencial para alcanzar tal fin parte de disponer de recursos hídricos, alimentarios y energéticos, que no siendo excluyentes, a día de hoy van de la mano.

Disfrutar de agua, como elemento esencial para la vida, conlleva la posibilidad tanto de cultivar alimentos como de producir energía, que lo mismo se aplica a una aceña que muela harina, a una almazara para machacar oliva, como a una turbina que gire merced a la contención de una corriente fluvial o aprovechando la fuerza maremotriz. A estas fuentes renovables se une el sol para generar energía fotovoltaica y termodinámica, a la que se suma la eólica, todas ellas como candidatas a producir energía eléctrica, tan necesaria para los particulares, comercio, industria y, en los últimos tiempos, para la automoción.

Una energía eléctrica que a día de hoy se obtiene sobre todo de centrales hidroeléctricas y minicentrales -sólo en Galicia unas 400-, cuya fuente es el carbón, residuos sólidos urbanos, gas, gasóleo y fueloil.

Pero si hay una cuestión que está clara es que la implementación del vehículo eléctrico tiene que superar tres retos esenciales: la velocidad de carga, que debe disminuir hasta suponer la mínima expresión, una infraestructura de servicio, así como el desguace y reciclaje de componentes, haciendo especial hincapié en unas baterías contaminantes para las que aún no se ha desarrollado un sistema de procesado que preserve el medioambiente. Basta recordar que, aparte de acumularlas en bidones que se le enchufan a países en vías de desarrollo a cambio de 30 monedas.

El mayor desafío -surtir de un combustible que sea accesible-, pasa por buscar alternativas a los derivados del petróleo, es decir, aprovechar la red de gasolineras para abastecer de combustible líquido al parte automovilístico nacional.

Claro, dirá más de uno, he ahí la cuestión la huelga de transportes y de la dependencia de terceros países que condicionan tanto la política interna como las relaciones internacionales, añadiendo que España no es un productor de petróleo, quedando por lo tanto sometido el país a los vaivenes del mercado.

Si embargo no hay nada más lejos de la realidad. España dispone de recursos que hasta ahora no se han explotado convenientemente. El primero es para la obtención de gas, particularmente metano, que puede ser extraído de los residuos orgánicos urbanos mediante fermentación en cubas. A esta modalidad suma el burrajo animal dentro de un sistema productivo donde a día de hoy es obligatorio tratar el estiércol para prevenir la contaminación del suelo, de modo que las plantas de procesado de excrementos y basura pueden convertirse en una alternativa energética.

Por otro lado está el contingente vegetal de un país cuyo 80% se constituye de masa forestal que la Administración, mediante un sistema de concesiones, puede mantener limpio el monte -previniendo incendios-, aprovechando el matojo, así como la poda y saneamiento, para destilar alcohol de madera, principalmente metílico, que puede, sólo o mezclado con hidrógeno azul, sustituir a la gasolina. Finalmente resta la producción de maíz, soja, colza y cacahuete, además de semilla de uva, para la extracción de aceite que sustituya al gasoil.

Este despliegue productivo supondría el enriquecimiento directo por economía circular, creando puestos de trabajo directos e indirectos pero, sobre todo, además de independencia energética, traería consigo la posibilidad de mantener invariable el precio del combustible a lo largo de todo el año. El país tiene emprendedores, ahora sólo falta llevarlo a la práctica.

Te puede interesar