Opinión

Las cuatro deudas

Las presidentas del Congreso y Senado asisten al izado de la bandera el día de la Constitución. Celebración atípica en la que el presidente del Gobierno -Comandante Pablo Iglesias-, ha ordenado al subcomandante Pedro Sánchez pasar de puntillas por esa Carta Magna refrendada por la mayoría de los españoles pero que a él no le gusta porque no va con lo que le interesa.

Porque lo más sangrante es que siendo parte del gobierno, Podemos va por libre, mientras Sánchez va sin enterarse en caída libre. El presidente del Ejecutivo pone la cara e Iglesias se lleva el gato al agua. En las próximas elecciones generales Podemos se atribuirá el más mínimo éxito legislativo como suyo, culpando al mismo tiempo al PSOE de todos los fracasos, aprovechando la situación inaudita de ejercer la oposición dentro del gobierno.

Hastía ya ese empecinamiento de Pablo Iglesias de querer imponer a todo el país su punto de vista cuando apenas constituye el partido menos votado, reducido más aún por el castigo de sus propios electores. Antes de ver el horizonte de la república, Echenique debería preguntarse si su postulado coincide con la voluntad de la mayoría. En cualquier caso Argentina es una república, si tan mal vive en la monarquía parlamentaria de un estado moderno, democrático y social lo tiene fácil. 

Todo esto sucede, igual que el secuestro del rey en tan señalada fecha, pese a que Echenique carezca de valor moral para juzgar a ningún político, después contratar en B a un cuidador mientras con la boca grande abogaba por la defensa de derechos laborales de los asistentes. Debería haber dimitido y volver a la vida privada ya hace años. Pero sucede como con Pedro Duque, que sigue en la bancada azul sin haber tenido la decencia de dimitir por su empresa interpuesta y robar a los españoles al escaquear impuestos a Hacienda, mientras a ministros como Soria obligaron a abandonar el escaño sin que pudieran imputarle ninguna falta. 

Así las cosas Echenique puede ladrar y rebuznar a placer dado que en España todavía no han conseguido derogar la libertad de expresión -no porque desde Moncloa no se intente de manera reiterada-, de modo que desde Podemos pueden seguir provocando día sí y día también con su verborrea fuera de tono, sin considerar que a quien están ofendiendo es a los ciudadanos que depositaron su confianza en formaciones de otra tendencia, que tienen todo el derecho a existir y expresarse.

 Por los pasillos del Congreso andan nerviosos PSOE-UP por una renovación del CGPJ que pone en duda la independencia de los poderes, base de la democracia, porque el PP no da el brazo a torcer y con razón. Que nadie se deje engañar: el PP y el gobierno pactaron una renovación del Consejo General del Poder Judicial, pero como no han dejado meter a Podemos su caballo de Troya, la extrema izquierda ha dinamitado el acuerdo, culpando al PP.

Por higiene y salud democrática deberían designarse puestos por promoción interna o ser los jueces quienes nombrasen a sus órganos colegiados, y que los fiscales hicieran lo propio, sin que el Ejecutivo pueda inmiscuirse para nada en el Poder Judicial. Así se evitará que sólo se juzgue lo que al gobierno de turno le plazca, instrumentalizando la Justicia para diluir las faltas y delitos propios.

En consecuencia la Constitución está mas vigente que nunca. Si hay una reforma necesaria es la ley electoral para incluir una segunda vuelta que garantice la limpieza y transparencia de presentarse en coalición pre y no postelectoral, evitando gobiernos espurios como es el caso de las mentiras de Sánchez en relación a que jamás pactaría con Podemos, Bildu o el soberanismo. Independencia judicial, libertad de expresión, legitimidad electoral, son junto a la decencia de la clase política -aunque suene a pedir milagros-, las deudas del gobierno con los ciudadanos, porque como dijo Juan Pablo II, la paz exige cuatro condiciones esenciales: verdad, justicia, amor y libertad.

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