Opinión

ACISCLO MANZANO

Pues hoy inaugura 'muestra' el amigo Acisclo, pero en A Coruña, en una sala que aún no conozco y que tiene muy buena pinta, entre otras cosas por distinta, porque vive en piso de altura sin importarle que no vayan a ella los que asoman la nariz solo porque pasan a su vera. Y es que cuando hay contenido y se trata de animar el ánima no hace falta escaparate externo alguno. También me apetece porque hace unos días otro conocido estuvo en ella, Víctor López Rúa, cuya pintura hiperrealista me gusta, ¿lo recuerdan? expuso en el Simeón de Ourense, en la etapa que vivió entre nosotros. En sala de arte privada, lo que es también un mérito, porque de lo público 'un fío' de desconfianza, como de todas las cosas donde los que las gobiernan no son dueños aunque lo parezcan, siendo la imitación siempre peor que original.


Ahora Acisclo se va a A Coruña, la ciudad donde en una ocasión fue testigo de una de las grandes anécdotas de su amigo Xaime Quessada, por no quererle vender un cuadro a la todopoderosa Rosalía Mera, la magnate exconsorte de Zara, de las más potentes economías de España y buena parte del mundo, y que tan magno paralelismo creó con Diógenes el Cínico, en su tonel, apartando a Rosalía cual si fuera Alejandro, para poner cada cosa en su sitio, el sol siempre por encima del dinero (que te quites de en medio, que me lo quitas, el sol que quiero).


Bueno, pues Acisclo, el cabo artesano que restauraba muebles en los cuarteles militares cuando le tocó hacer ese servicio que por obligación antes nos tocaba a todos, celebrará hoy su 71 cumpleaños, ¡felicidades Acisclo!, soplando velas en donde mejor puede hacerlo, en una sala de arte con sus hijas escultóricas. Lástima que por asunto de elecciones se quede sin inaugurar el jardín que tanto tiene que ver con él, en la Chavasqueira; pero, mejor dejarlo aquí, porque no voy a meterme hoy en otros jardines cuando hablo de un amigo.




Ernesto Sábato


Ha muerto el gran escritor Sábato, admirado por muchos y cuyo libro 'El Túnel' hemos leído media humanidad, aunque para otros, como Paco Cacharro, haya sido 'Sobre héroes o tumbas' su mejor novela, donde explora los aspectos más oscuros de la condición humana. Con casi cien años, ciego y alejado desde hace cinco del mundo exterior a su apartamento, Sábato, al fin, nos dejó.


Pero además de sus libros también nos dejó muchas anécdotas, como la que ahora les cuento al ser coprotagonista un vecino y amigo ourensano cuyo nombre prefiero callármelo por propio deseo del mismo, pero que reproduzco tal como él me lo escribió (por cierto, escribe muy bien, y esto ya es importante pista), y cuyo documento muestro.


José María me cuenta que 'a principios o mediados de noviembre de 1993, leí en un periódico que Ernesto Sábato tenía a su mujer enferma y que malvivía con una paga miserable del estado argentino que apenas le llegaba para subvenir las necesidades de la esposa. Como lector, relector y admirador de la obra de Sábato, tuve la santa osadía de escribirle. Como ignoraba los datos de su dirección, mandé una carta en la que le decía que si bien no podía remediar sus males económicos, quizá, en esos momentos adversos, le pudiera ayudar saber que yo era un lector fascinado por su obra y que, como yo, habría miles de personas en el mundo. Miles de personas que al leerlo pensarían en él. Era un triste consuelo. Pero le escribí. Sólo sabía que vivía en la provincia de Santos Lugares, así que en la dirección escribí su nombre (Ernesto Sábato), su dirección aproximada (Santos Lugares), el país (Argentina) y una nota para el cartero que decía: ¡Por favor, encuéntrelo! Mi sorpresa fue cuando un mes o mes y medio más tarde, recibí estas líneas de Ernesto Sábato, en diciembre de ese mismo año. Fue algo excepcional y emocionante'.




Sobre escribir a otros


Ésta preciosa anécdota que me hizo llegar el amigo parece cosida con mismo hilo de una conversación última que tuve con Santiago Lamas sobre la oportunidad o no de escribir a quien se admira aunque no se conozca. Le conté que hace años yo también había escrito a su colega Vallejo Nájera una carta de simpatía por su personalidad, que me había impactado entonces a través de un programa de TVE (cuando no había otra). Sabía que me respondería, aunque mi amigo Manolo Calderón se rió un poco de mí pero así pasó, dándome este consejo que yo he seguido siempre y ahora paso bola: 'No se prive usted nunca de manifestarle a alguien su admiración; si cabe, más todavía que si fuera crítica o amonestación'. Guardo estas tres líneas como guarda las suyas Jose María, pues no hacen falta más para encerrar el afecto.

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