Opinión

CASOS DRAMÁTICOS

Es increíble ver cómo se mezclan sentimientos tan fuertes y aparentemente contrarios que sólo encuentran su única esperanza en una salida de emergencia. Es el mismo amor el que a veces provoca tantísimo dolor; por ejemplo cuando se le quita un abrazo íntimo que por su continuo uso ya conformó una doble capa de piel, como para desprenderse del cuerpo sin sufrirla cual desolladura. Esto le ocurrió a una pareja de personas mayores en Italia hace poco tiempo, que eligió su suicidio a seguir sintiendo ese frío incontenible a causa de la dignidad perdida o, mejor dicho, arrebatada de sus vidas por la circunstancia malhadada.


El matrimonio vivía desde hacía un tiempo en un asilo donde cada uno dormía en un sitio, no ya de camas separadas sino por habitaciones distintas. La norma administrativa del asilo separaba a las personas por razón de sexo en habitaciones colectivas, habitaciones corridas como en barracones militares, que caían desde la altura de noches inacabables de soledad como pesada losa sobre el necesario abrazo reparador para los amantes que lo han sido a lo largo de cuarenta y cinco años, toda la vida. Esta separación normativa por carencias absolutas de recursos económicos les aplastó el ánimo y la voluntad de querer continuar viviendo; así, sintieron que no merecía la pena vivir, ni tal vez morir sin hacerlo envuelto por la sombra de tu amor al lado. Tuvo que ser un dolor insoportable. No tenían ingresos, claro; él estaba parado desde hacía siete años, de los 64 con que contaba, y ella, mayor que él, con 69, aún menos fuerzas para la pelea. Escribieron muchas cartas pidiendo ayuda a las instituciones antes de hacer la última nota antes de morir dirigida a ese poderoso Caballero D. Silvio Dinero, amo de la televisión multicolor y vividor de una vida guay del Paraguay con chicas jóvenes alternando el lujo de sonrisas verticales, y ese mismo que se puso siempre la legalidad por montera porque todo lo puede. Ellos, le escribieron en su nota necrológica al gran Dorian Berlusconi un terrible 'Ave Silvio, morituri te salutant', que nos retrotrae a otros tiempos, con grandes señores, gladiadores y esclavos.


Cuando, después de la muerte de esta veterana pareja de amor que también dejó escrita en misma nota su repulsa a la hipocresía política, vimos a algunos de sus gobernantes paisanos pasear por exóticas islas entre champán y bikinis, algo nos estalló en el alma, de rabia por su falta de moral. Este caso de pareja que ya no pudo acostarse junta porque su asilo no disponía de habitaciones íntimas ni simples cortinas separadoras es algo que nos evoca más un campo de concentración que el servicio social digno de este tiempo. Me imagino cuánta desesperación por insomnio frío y solitario, la tristeza de no poder darle al otro un beso de buenas noches en la mejilla y sin pizca de concupiscencia, y siento verdadero escalofrío. No extraña que esta circunstancia de grave sufrimiento fuera llave que les abrió la puerta que solo abre en un sentido y cierra definitivamente cualquier vuelta, puerta de la muerte. Para ellos, sin duda, fue mejor no estar que estar al lado sin estar con aquel que quieres. Muerte por la dignidad perdida, tal vez perdida al azar, o hurtada por el destino de unos tiempos mal administrados, o robada por la codicia de un lujo desorbitado que siempre mira hacia otro lado. El caso es que una pareja mayor, sin hijos y sin futuro, o con un futuro tan previsiblemente desgraciado que resulta menos uno, más negativo aún que no tener futuro, resulta demasiado dolor, y suicidio.


En el opuesto circunstancial está el otro caso de potencial suicidio que traigo aquí, caso por hartura de tedio y de puro aburrimiento. Es el de la chica joven e hija de millonario que fue detenida por participar en las revueltas de Londres contra el Sistema por no tener nada mejor que hacer. Pero su verdadero drama no está en la consecuencia de su acción, de la que se sale, sino en la causa de ese vivir a impulso de hurto por hastío, cual confesaba San Agustín, donde todo parece que sobra pero falta lo esencial, el amor expuesto antes, que a poco que le des te compensa con ganas de vivir. El sentimiento deambulador de esta chica, todavía más entre atajos falsos de drogas y un amor equivocado, y que no encuentra respuesta al ¿qué pinto yo en esta vida?, también quiso escribir su propia nota suicida, pero, de momento y afortunadamente, su circunstancia ha llegado a tiempo de quitarle la tinta.


¡Pena de no mezclarse antes los dos casos, sus papeles o notas, y poder ayudarse entre ellos!

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