Opinión

Céntimo sanitario

Céntimo que ni siquiera es pataco, ni mucho menos patacón o nada que se le parezca; céntimo, ¡nada más que céntimo!, que aislado no eres casi nada, ¡no vales ni un céntimo!

O que abandonado de un mínimo respeto eres fácil de encajarle al debe de cualquier cartera pero que cuando sumado al coste del litro de gasolina, que ya carga a sus espaldas con otros ciento cuarenta y pico hermanos, resulta ya algo más que simple céntimo, gota que colma el vaso, al menos para muchos que ¡viven al céntimo!.

No seré yo quien se oponga a un céntimo sanitario con fin recaudador si resultase necesario para financiar la arca que atienda una buena sanidad pública, porque no hay parto sin dolor ni apendicitis o simple dolor de muelas que se resista a seductor analgésico por mucho céntimo que cueste y lo haya que pagar en todo viaje por carretera, barco o avión. Lo que no me gusta es que ese mismo céntimo se no note de igual manera, porque no es igual que se cuele a través de un enorme roto de bolsillo de un pringado, a que se filtre por el descosido realizado a un propósito comedido y a tal fin en un bolsillo reforzado con lona por dentro aunque seda democrática por fuera de cualquier ricachón o de vulgar parlamentario por poner un ejemplo.

Sé, ciertamente, que este ejemplo es feo por pura disonancia con la ilusión que toda democracia deposita en sus representantes, porque legislan de ‘aquella’ manera, pero más feo todavía es la caradura de no dar buen ejemplo, chuparse un buen tanto de los ingresos de ese céntimo público recaudatorio del sistema, y, además, cuando se les pilla en pelotas ni siquiera saben pedir perdón. Ya la repanocha es pensar en que el legislador recaude el impuesto ‘ilegalmente’, como ha sido el caso de este céntimo, fallado por tribunal europeo, y que de una cantidad estafada superior a los trece mil millones de euros no quepa la posibilidad de retornar más de un treinta por ciento a sus dueños, clientes paganinis de gasolineras.

Además, ¡qué injusto no poder reclamar!, ¿verdad?; porque ¿quién de ustedes conserva facturas de llenados de depósitos de sus automóviles si ni siquiera se piden? Los menos, transportistas de grandes empresas, puede que las tengas bien archivadas por sus departamentos contables, pero aun así den por perdido el dinero de aquellas que correspondan a los últimos cuatro años, por ¡prescrito!, y esperen otra vida a que se falle el recurso correspondiente. Los más, el tú y yo que tenemos utilitario y nos trasladamos los domingos a la playa ¡vaya, vaya! o cada día a currar al polígono de turno, si es que hay polígono o curro, veremos pasar el fallo legal como quien ve pasar las nubes, sin pizca de comedia de las de Aristófanes donde había al menos ‘Pensadero’, escuela donde aprendían argumentos, porque aquí ni siquiera escuela, ni aprendizajes ni argumentos, aquí simplemente moderno Trágala al penitente.

Lo que me extraña es que nuestros ‘super-cerebros’ no hubieran adoptado al mismo tiempo que el céntimo alguna otra medida como pudiera haber sido la subida de los límites de velocidad hasta límites de otro Trágala, tragar más y más litros, ya que a mayor consumo mayor recaudación del tributo; o bien que sacaran ley que prohibiese al ciudadano caer enfermo para no hacer gasto al sistema sanitario tan en precario. Pero no, aquí lo fácil es meter la pata hasta el fondo de acelerador de la inconsciencia y que nadie toque ningún freno de responsabilidad.

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